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martes, 12 de mayo de 2020

TESTIMONIOS MUSICALES: AUTE (17)



Luis Eduardo Aute es consciente de que sus "24 canciones breves" no obtienen ni el éxito ni la acogida popular que tuvieron sus canciones "primerizas"; aquel LP pasó prácticamente desapercibido y levantó incompresibles por parte de quienes no podían llegar a entender su nueva etapa creativa muy distinta a lo que anteriormente había hecho poética y musicalmente y de muy difícil comercialización.

En aquel momento a Eduardo se le va a plantear una alternativa: entrar en el mecanismo de las casas discográficas, que le reclaman un "producto" menos complejo y más comercial, o ser coherente consigo mismo y seguir buscando sus propios cauces de expresión y de comunicación siendo fiel a si mismo y a ese mundo de contradicciones existenciales en el que se encuentra inmerso, Ante esa alternativa la decisión es rotunda, abandona el "mundillo" discográfico y vuelve a ocuparse sobre todo de sus dos grandes pasiones; la pintura y el cine.

Son cinco años en los que Aute se ve obligado a competir sus aficiones y sus proyectos con diversos trabajos que le puedan ir permitiendo ir viviendo. Colabora en diversas revistas, escribe poemas –recogidos posteriormente en su libro "Matemática del espejo" (1974)–, entra en la compañía RCA como diseñador de carpetas, pinta carteles para el cinestudio California, expone sus nuevos lienzos en Madrid y Málaga y realiza sus dos primeros cortos cinematográficos en 16 mm.: "Minutos después" (1970) y "Chapuza uno" (1971).

Durante este tiempo, sin embargo, Eduardo no ha podido desprenderse de su guitarra y de vez en cuando compone algunas canciones. En concreto colabora en "Castañuela 70" con el grupo Tábano y Las Madres del Cordero escribiendo algunos temas satíricos para su espectáculo. Estos temas se recogerán más tarde, en 1976, en el LP "Babel" interpretados por él mismo.


De aquella época es precisamente, por ejemplo, esta canción:

«Rezan las leyes básicas
de una curiosa ética
que el hombre es una máquina,
consumidora intrépida.
Compre electrodomésticos,
dicen los nuevos místicos,
es el gran signo de éxito
del "homo sapientísimo".

Producto, consumo,
éste es el triste tema de esta canción,
canción, canción... consumo,
éste es el triste tema de esta canción.

Queda un último término
lo del salario mínimo
con el Madrid-Atlético
y el juego quinielístico.
La corrida benéfica
hoy televisan íntegra,
es la moderna técnica
de crear alienígenas.

Este mensaje estúpido
tan saturado en tópicos,
hay que venderlo al público
como un jabón biológico,
así dispone el código
mafioso-discográfico
y así se explota al prójimo,
prójimo y primo práctico.» (31)

Pero la actividad creadora, más íntima y reservada, de Luis Eduardo Aute durante este período  de tiempo sigue siendo el desarrollo, en forma de canción,  de aquellas intuiciones existenciales y contradictorias esbozadas en sus "24 canciones breves". El mismo dice: «Me sentía hueco y la vida era una ceremonia; todo estaba programado; estaban trazadas las reglas del juego y detrás, nada o mejor dicho, la ausencia de vida».


Aquella experiencia en una persona ya adulta, que desde su infancia había optado decidida y apasionadamente por la vida, resultaba insostenible. Era necesaria una ruptura para escapar como fuese de esa situación.

«Quiero apurar cada grano de arena
y el aire exacto que vaya quedando
para que deje de ser una espera,
muda cadena de sueño y engaño,
carne de prisa, demora la grieta
frágil del tiempo pasando, pasando.

Quiero vivir esa breve comedia
bajo el latido del último acto,
ruido de brasas sentir en las venas,
frías de tanto morir cotidiano,
quieto camino de huella reseca
deja que queme el andar en el paso.

Quiero beberme de un golpe la fuerza
tenue que apenas me sigue empujando
y alimentar olvidadas quimeras,
nubes dormidas, juguetes primarios,
oso de trapo, levántate y peca
desde tu polvo curado de espantos.» (32)

¿Cómo romper con las cadenas que tiende el engaño? ¿cómo sobrevivir a la frialdad del morir cotidiano?... Tenía que haber una salida y Luis Eduardo necesitaba encontrarla.

A esos interrogantes y a esas búsquedas que le asaltaban interiormente se le unirán ahora una serie de realidades de nuevo decisivas y a la vez, una vez más, enmarañadas en el eterno laberinto de sus contradicciones: Vive el amor con la ilusión de quien se encuentra  frente a una gran maravilla y se desfallece y se deprime ante la realidad vacía y rutinaria de lo cotidiano que le aboca hacia las soledades y los silencios; contempla el nacimiento de su primer hijo percibiendo en él, con sorpresas con ternura, el despertar a la vida, pero frente a ella siente el zarpazo de la muerte, acechante y cercana, arañando en su propia experiencia familiar y en su entorno más próximo; y junto a la muerte una España con olor a estiércol, a fuego y a miedo; una España cruel, absurda y deprimente construida sobre la ira, la rabia y el engaño.

El amor y la muerte realizan ahora, en la obra de Aute, un encuentro dialéctico y entre ambas estalla un rito de pasiones y caricias y de agujeros y cipreses. Un rito inicial en el que parece apuntarse el dominio de la muerte reduciendo el amor hacia la nada.

«Un hilo de fuego en las sienes
rompiendo las venas desciende,
fundidos en la misma fiebre,
secar hasta la última fuente,
matando el amor, matando el amor,
en lecho de amor y de muerte.

Y luego un pitillo se enciende,
silencio y ceniza en la mente.
Los cuerpos domados retienen
el peso ancestral de la nieve,
matando el amor, matando el amor,
en lecho de amor y de muerte.

Penumbra en las carnes inertes,
despiertos de cuerpo presente
en lecho con forma de puente
que va del amor a la muerte,
matando el amor, matando el amor,
en lecho de amor y de muerte.» (33)



El amor y la vida ante el hecho de la muerte, se convierten así, en la experiencia poética de Aute, en unas realidades que no pueden ser idealizadas y que, a veces, es preciso olvidarlas o al menos relativizarlas en la experiencia cotidiana.

«De alguna manera
tendré que olvidarte,
por mucho que quiera
no es fácil, ya sabes,
me faltan las fuerzas,
ha sido muy tarde
y nada más, y nada más,
apenas nada más.

Las noches te acercan
y enredas el aire,
mis labios se secan
e intento besarte.
Qué fría es la cera
de un beso de nadie
y nada más, y nada más,
apenas nada más.

Las horas de piedra
parecen cansarse
y el tiempo se peina
con gesto de amante.
De alguna manera
tendré que olvidarte
y nada más, y nada más,
apenas nada más.» (34)

Pero en Luis Eduardo, a pesar de todo, sigue latiendo la ilusión y la utopia del amor y de la vida; por encima del absurdo y de la nada, en su intimidad y en sus silencios, no puede contener su insulto directo y agresivo contra la muerte.

«Muerte paranoica, estrecha, entrometida
Muerte que no mueres, en tanto que haya vida.
Muerte parto inverso, partida mal parida
Mala muerte tengas ¡ay!...
ay muerte de mi vida.

Muerte engalanada con cuentos de otra vida
Muerte mueca torpe de inútil homicida
Muerte yo te escupo, que el diablo te bendiga
Mala muerte tengas ¡ay!..
ay muerte de mi vida.

Muerte gula eterna, te invito a mi comida
Muerte hambrienta esposa, mi carne esta servida
Muerte boca sucia, devórame y vomita
Mala muerte tengas, ¡ay!...
ay muerte de mi vida.» (35)

Mientras tanto Aute, compone también algunas canciones para Massieu y conoce a Rosa León, le muestra algunas de sus canciones de aquella época y Rosa las integra en su primer LP, disco que lleva precisamente como título genérico "De alguna manera".



(31) "Canción consumo" (Babel, 1976).
(32) "Quiero apurar cada grano de arena" (Rito, 1973).
(33) "Lecho de amor y muerte" (Rito, 1973).
(34) "De alguna manera" (Rito, 1973),
(35) "La mala muerte" (Rito, 1973

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