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martes, 20 de diciembre de 2011

UN DÍA MÁS: ¡BENDITA SEA LA MÚSICA!

Allá a mediados de los años setenta hubo una canción de Raimon, grabada en su primer LP, que me causó un gran impacto, fue la titulada "Cançó de les mans" ("Canción de las manos"); su estribillo decía así: «De l'home mire / sempre les mans» («Del hombre miro / siempre las manos»). Desde entonces "las manos" se han convertido en una de las partes del cuerpo humano que más me atraen y me interesan, sobre todo porque con ellas –ejerciendo el derecho y el don de la libertad– podemos realizar acciones absolutamente contradictorias. 

Con las manos podemos maltratar o agredir –generando violencia–; o podemos acariciar y proteger –creando vínculos y universos de amor y de ternura.

Con la manos podemos empuñar las armas y generar el odio y la destrucción; o crear música proyectando ámbitos de belleza y de armonía.




Como consecuencia de esta atracción que siento hacia «las manos» –y hacia sus posibilidades y sus misterios– últimamente me siento especialmente atrapado por la belleza que unas «manos» pueden ser capaces de crear y de extraerle a un instrumento musical de cuerda tan frágil como el "violín". 



Atrapado no porque de pronto haya hecho, casualmente, el descubrimiento de este instrumento musical... ¡no!... A lo largo de mi vida ha habido muchos y muchas violinistas que han sabido enriquecer, con su música, mi sensibilidad, mis sentimientos, e incluso mis más bellos momentos de amor e inspiración... 

Atrapado, en este momento, porque hace un tiempo que vengo persiguiendo las manos de un violinista concreto que me tiene lo que se dice "flipado"; palabra que procede del verbo "flipar" que significa "estar asombrado por algo que te gusta mucho"...; a mí me gusta mucho, ¡muchísimo! –y me asombra– como este joven músico acaricia y toca su violín y le da vida...; vida transmitida...; vida que me emociona, me conmueve y que es capaz de contagiarle entusiasmo y ganas de vivir a mi vivir.






Pues bién, esto no es un "cantijuego", pero podría serlo... ¿Sabéis quien es ese violinista?... Esta noche no voy a revelar su identidad porque me gustaría que contempláseis esas manos sin ponerles nombre, ni apellido... Fijaros como las percibió, hace unos días, mi pequeña cámara fotográfica en uno de sus conciertos: pura emoción, puro desbordamiento sensitivo.




De todas formas, si queréis "musicojugar" a identificar a este violinista, pues podéis hacerlo en el apartado de "comentarios"... Yo volveré a hablar de él en el cuelgue de mañana.

3 comentarios:

  1. Creo que soy de las pocas personas que vió a Marino en su primera aparición en este mundillo, un concierto de Andrés Lewin en Galileo, recuerdo que me hizo llorar. A partir de ahí le quise, por que no se le puede no querer, creo que toda persona que le haya oído tocar o que le haya conocido coincidirá conmigo en que es único y para mí, un poco mágico.
    Gracias por dedicarle este precioso "cuelgue" Sr. Lucini.

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  2. Preciosas palabras y como dice Yem ... una vez que conoces a Marino es imposible no quererle, a mi me sigue maravillando, que sea capaz por ejemplo, de tocar con 8 o 10 artistas diferentes en una misma noche, vease cualquier concierto de los de Uniendo Notas, con un ensayo mínimo, toca lo que siente, lo que le vibra dentro y es si que es pura magia, nadie podría negarlo.

    Un Beso.
    Merche

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  3. Qué preciosidad de fotos... efectivamente conexión directa de tu cámara con tu corazón, maestro.

    Besos y música,
    Jara

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