El pasado día 25, PEDRO GUERRA presentó en el Teatro Arteria Coliseum, de Madrid, su nuevo –y décimo-tercer disco–, titulado "El mono espabilado"; presentación que nos permitió participar de un gran concierto en el que lo más importante fue que pudimos disfrutar de una muy buena música –sin despliegues innecesarios–, de unas canciones "seriodivertidohumanizantes" –de las que seguidamente hablaré– y de la presencia de un Pedro Guerra que, al menos a mi, me sigue entusiasmando, por su coherencia personal, por la sensibilidad relajante que es capaz de transmitir, y por el desbordamiento de humanidad que siempre suele imprimirle a sus creaciones.
Pedro Guerra. |
Hace años, concretamente en 1998, escribí un "retrato íntimo" de Pedro –publicado en mi libro "Crónica cantada de los silencios rotos" (Alizanza Edtorial)– en el que refiriéndome a uno de sus primeros conciertos en Libertad 8 –debió de ser en el año 1994 o 1995–, decía: «Allí estaba él, con su guitarra, con su voz, con su tímida sencillez y "empujando un sueño"; empujando en realidad todos nuestros sueños»... Y es que Pedro en su primer disco "Golosinas" concluía su canción "Las gafas de Lennon" diciendo: «No es bueno quedarse colgado de un sueño / habrá que empujarlo llegado el momento».
De aquello han pasado un montón de años –más de quince– y Pedro sigue ahí empujando sus sueños...; empujando sus nuevas canciones que siguen rebosando sueños de "buenahumanidad"... Eso fue, sin duda, lo que más me emocionó del pasado concierto en el Coliseum; emoción que se me desbordó incontrolable cuando salió al escenario Miguel Poveda, y juntos –compartiendo latidos–, volvieron una vez más, pero de forma renovada, a proclamar el «derecho a soñar»; Eduardo Galeano, ya lo llama, «el derecho al delirio»; Pedro ahora lo concreta como «el derecho a la locura».
«Deja que el fuego encienda la piel del río,
deja que den su fruto los desvaríos,
deja que el mar se seque.
que el sol se enfríe,
que haya recuerdo en el olvido
Deja que abran las puertas del laberinto,
deja que del silencio se escape el ruido,
deja que el rayo cese,
que el viento calme,
que den a luz los clandestinos.
Deja que mi locura y yo
corramos el peligro,
te digo deja,
deja te pido».
("Mi locura". Fragmento)
De esta forma, entre hermosas locuras y sueños irrenunciables, Pedro Guerra nos ofrece ahora las 13 nuevas canciones que componen "El mono espabilado"; obra que, de entrada, me parece muy bella, muy comprometida –necesaria para los tiempos que corren– y de extraordinaria calidad musical y poética; valoración que surge de mi conocimiento y de mi pasión por la "canción de autor", y que nada tiene que ver con los intereses, los esnobismos "progres" y las frustraciones inconfesables de "ilustres periodistas" que trabajan en lo grandes medios de comunicación y que se creen "los reyes del mambo"...; ¡que le vamos a hacer!... A mí me gusta mucho –y me siento muy "agustito"– escribiendo en este sencillísimo blog en el que diariamente LA PALABRA SE HACE MÚSICA.
(Disco diseñado gráficamente por "Complot"). |
Dicho todo lo anterior –¡ganas tenía de escribirlo– creo necesario mencionar al equipo que ha acompañado a Pedro en esta nueva aventura que él mismo se ha producido: Osvi Greco (guitarra eléctrica, acústica, portuguesa, española, ukelele), Luis Fernández (teclados), Vicente Climent (batería), José "Pepo" Gómez (bajo), Andreas Prittwitz (flauta, clarinete), Carlos Narea, Ángel Martos, y María Cabrerizo que se ha hecho cargo de la "producción ejecutiva" y mucho más, yo diría que ha sido uno de los latidos imprescindibles en los nuevos sueños y locuras de Pedro.
Respecto a las canciones que integran el CD –la mayoría de ellas impregnadas de aires y sonoridades latinas y sureñas– son canciones, como dice el propio Pedro, que "hablan del ser humano a través de historias"...; característica que siempre estuvo presente, prácticamente, en toda su obra.
Nos encontramos con un "Mono espabilado" que puede hacer cualquier cosa, pero que, al final, siempre se enamora...; y podemos hacerlo también con el mal-conocido y prepotente "Rey de la Selva".
Tenemos la posibilidad de conmovernos con el candor y la inocencia de "Caperucita Roja" y con la ferocidad enfermiza y cruel de los "lobos" que acechan.
Podemos reivindicar el trabajo imprescindible, y nada fácil, que realizaron "las maestras" republicanas, y el que hoy en día siguen realizando –junto con los maestros– en nuestras escuelas pública –muchas de ellas todavía rurales–.
Por el arte y la magia de Pedro, nos encontrarnos con la recreación de un tal Australopithecus Afarensis, tierno homínido que vivió hace más de tres millones de años; o con "Teodora", emperatriz bizantina del siglo VI, esposa de Justiniano I, y antes actriz y meretriz, que Impulsó las primeras leyes sobre el aborto y el divorcio, permitió el matrimonio libre entre diferentes clases sociales, razas o religiones y prohibió la prostitución forzosa.
Pedro Guerra. |
Tenemos la posibilidad de adentrarnos en "El baúl de Billy Bones"; y de sentir la emoción y la ternura que es capaz de transmitir "Monarca", mariposa, negra, con manchas naranjas, que vuela de Canadá a México donde pone sus huevos, pero que no vive lo suficiente para hacer su viaje de regreso y son las crías las que finalmente lo continúan. (¡Bellísimo y entrañable canto a la emigración!)
E incluso podemos desahogarnos cantando el tema "Gente tóxica"...; ¡cuánta "gente tóxica" nos rodea!...; más de uno estaba sentado la otra noche en el teatro Coliseum, y además con entrada gratis, pa más cachondeo.
Y más, el disco tiene y aporta mucho más... de lo que seguiré hablando mañana, porque, ya que estamos, he decidido dedicar varios "cuelgues" seguidos –con "cantijuego" incluido– a presentar y analizar el trabajo de Pedro Guerra a lo largo de toda su andadura y de su sueño como compositor, como poeta y como intérprete... Así pues, mañana seguimos.
Fernando, muy buena reseña.
ResponderEliminarSaludos desde Lima - Perú.
¡Adelante!
Camilo.