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lunes, 24 de mayo de 2021

PRÓLOGO DEL LIBRO «REIVINDICACIÓN DE LA TERNURA»

Cuando hace unas semanas me propuse poner en marcha una campaña de mecenazgo con "verkami" para hacer la investigación y la escritura del libro "RAFAEL ALBERTI ...Y SU PALABRA SE HIZO MÚSICA", y recordando la etapa de Rafael en que estuvo exiliado en Argentina, me vino la memoria un pequeño libro que yo escribí y publiqué en Buenos Aires en 2006. Se tituló «REIVINDICACIÓN DE LA TERNURA», quizá uno de mis libros más personales y, si  duda, uno de mis preferidos. Se editó solamente en Argentina, se agotó rápidamente y después nunca más fue reeditado.

Siempre pensé que era un libro necesario y recuperable sobre todo en España donde es un trabajo totalmente "inédito", así que me decidí a reeditarlo cambiándole la cubierta y vinculándolo como "recompensa" a la nueva campaña de "verkami".

Hoy me apetece compartir el precioso y entrañable prólogo de aquel libro que me escribió José Manuel Gómez Luque, en aquella ocasión, mi Editor. Es el siguiente

«Un día luminoso y limpio deja paso a un atardecer que casi anuncia el inicio del otoño. Tras descansar un rato en el hotel y tras una buena ducha, nos disponemos a ir a cenar con un amigo cerca de Corrientes.

»La ciudad respira un optimismo contenido. Para unos recién llegados, parece que los ahogos del fatídico corralito empiezan a aflojar, aunque en cada cuadra se mantenga el recuerdo de la crisis.

»Camino de la cena, la conversación gira en torno a lo viva que se mantiene la ciudad, a cómo da la impresión de que hasta las personas sonríen más que hace apenas dos meses.

»Al pasar junto al Obelisco vemos sobre las salidas de aire caliente del subte la figura de un niño que se acurruca sobre unos cartones, que le sirven de cama y frazada a la vez. No parece tener más de diez años. Está muy flaco y tremendamente sucio. Duerme con profundidad, hasta parece que con placidez.

»Mientras cruzamos la calle, Fernando solo comenta: «Pero, ¿lo has visto?». En ese mismo instante nos encontramos con el amigo con el que habíamos quedado y la conversación y la cena vuelan por los derroteros del recuerdo y las complicidades.

»Al salir de restaurante, de regreso al hotel, desandamos el camino. Y allí, a los pies del majestuoso Obelisco, seguía durmiendo el niño. Más si cabe, por la noche, parecía una metáfora de un mundo que para construir grandes monumentos precisa sacrificios humanos. Los transeúntes pasábamos rápido junto al chiquillo, como si no lo viéramos, como si no pudiéramos hacer nada, como si no supiéramos como actuar.

«Esa noche empezó a germinar en la cabeza de Fernando González Lucini este librito. Como un pequeño y humilde aporte a la falta de ternura y compasión. Como señal de que son posibles otros caminos y otros mundos en los que un niño no tenga por único alimento y calor el aire enrarecido del subte.

»A la mañana siguiente, Fernando inició su conferencia en el 42º Curso de Rectores con la imagen del niño acurrucado. Habló de los valores del corazón y de los valores del mercado y de la necesidad de la educación como tarea humanizada. Pero lo hizo con más vehemencia, con mucha más fuerza de costumbre, quizá por la rabia que le producía el vivo recuerdo de un niño desamparado.»

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