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domingo, 25 de abril de 2021

ENTRAÑABLE HISTORIA DE UN POEMA ILUSTRADO DE RAFAEL ALBERTI: «¡VOLAD, CANCIONES, VOLAD!»

Ahora que acabo de iniciar la investigación previa a la redacción del libro «RAFAEL ALBERTI ...Y SU PALABRA SE HIZO MÚSICA», me resulta imposible dejar de recordar, con mucha ternura, el día que hablé por primera vez con RAFAEL y la preciosa y entrañable historia –con poema ilustrado añadido– que surgió con motivo de aquel encuentro. Historia que ya conté en el Capítulo 21 del libro "Mi vida entre canciones" y que me apetece compartir ahora aquí donde "Cantamos como quien respira".

El segundo volumen de mi libro "Veinte años de canción en España (1963 - 1983)", editado en abril de 1985, se centró fundamentalmente sobre la "libertad", la "identidad" y el "amor", temas a los que añadí otros dos complementarios: "el profundo valor del sentimiento" y "la amistad". La ilustración de su cubierta la creó RAFAEL ALBERTI, el prólogo lo escribió GABRIEL CELAYA, y el epílogo, titulado "De la crisis y la renovación", corresponde al periodista ANTONIO GÓMEZ.


Cuando terminé y tuve preparado el original de este libro pensé en que me encantaría que pudiera prologarlo RAFAEL ALBERTI –sin duda uno de los poetas que más había sido musicalizado y cantando en aquel momento–. 

Lo pensé y decidí intentarlo.Personalmente conocía muy poco a Rafael, solamente de encontrarnos en algunos actos organizados en el Instituto Cultural Andaluz del que en aquel momento yo era vicepresidente.

Sabía que en aquel momento el poeta vivía en un piso de la Plaza de los Cubos –en la zona madrileña de Princesa–, y que habitualmente, todas las tardes, bajaba a merendar, o a cenar, a la cafetería de un VIPS que había debajo de su casa. En la librería de aquel VIPS, vendían algunas de sus obras, y el poeta (con gran amabilidad) solía firmar autógrafos a las personas que las compraban y le solicitaban una dedicatoria.

Una tarde decidí ir a aquella cafetería con el original del libro para acercarme a Rafael, hablarle del proyecto que estábamos poniendo en marcha, y decirle que me encantaría que, si era posible, fuera él quien prologara el segundo volumen que estaba a punto de editarse.

Cuando Alberti vio que me acercaba a él no me reconoció, pensó que era alguien que iba a solicitarle un autógrafo, lo que le hizo mostrarse sonriente y amable; pero cuando le expliqué quien era y lo que en realidad quería, no os podéis hacer ni idea del "cabreo" que se pilló. Reacción que justificó diciéndome, a gritos, que lo estábamos explotando, que no le dejábamos en paz y que no le escribía un prólogo a nadie más, sobre todo si encima se lo pedíamos gratis. (La verdad es que en aquel momento la situación económica de los poetas, como él, comprometidos con los derechos humanos y la democracia era totalmente insostenible.)

El enfado fue tan grande y tan ruidoso, que yo me sentía absolutamente avergonzado y no sabía que hacer, ni donde meterme. Entonces, para intentar calmarle, ingenuamente le dije: «Rafael, no te enfades y perdona. Olvídate de lo que te he dicho y no te preocupes. Lo que haré es pedirle el prólogo a Celaya que como es buen amigo seguro que me lo escribe». (En aquel momento ya había conocido a Gabriel Celaya y manteníamos una preciosa amistad.)

Cuando Rafael escuchó aquello su enfado se acrecentó más aún: «¡Celaya, Celaya!... ¡Claro que te lo escribirá!... ¡Y a lo mejor sin leerse el libro!...». Y entonces yo, sin saber como salir de aquella situación intenté despedirme y largarme...; pero entonces, cambiando totalmente de tono, me dijo el poeta: «¡Espera! ¡Déjame el libro y pasa mañana por mi casa. »

Al día siguiente fui a su casa, me recibió él mismo y nada más saludarme me dio un sobre y me dijo: «Toma, esto para ti, para que lo pongas en tu libro... Pero no lo abras ahora, ábrelo si quieres en el ascensor... Y que el prólogo te lo haga Celaya o quien sea.»... Nos despedimos, y nada más salir de su casa leí algo que me había escrito en el sobre, concretamente esto: 

Abrí el sobre y me encontré con que lo que él llamaba "eso", era el hermoso dibujo de una paloma rodeado de un pequeño poema que recogía maravillosamente el contenido global de aquel segundo volumen. Concretamente este:

De la casa de Rafael, inmensamente feliz, me fui directamente a la de Gabriel y de Amparo... ¡No salíamos del asombro!. Después de reírnos y charlar un buen rato Celeya me dijo: «Pon el dibujo de Rafael en la portada, y el prólogo que yo iba iba a escribirte para el volumen dedicado a los problemas sociales te lo hago para este.»... Y dicho y hecho, a los pocos días Gabriel me mandó su prólogo acompañado de una tarjeta que decía: «Querido amigo. Te envío el prologo que te prometí. Ya me dirás si te sirve. Perdona mi pésima mecanografía. Llevo 60 años dándole a la máquina y todavía no he aprendido. ¡Abrazos!»...


Hoy el dibujo original de Rafael se conserva en Centro Lucini de la Canción de Autor en Granada al que hice entrega de una buena parte de mi colección y de mi memoria.

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