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sábado, 24 de febrero de 2018

"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 22.



El tercer volumen de Veinte años de canción en España (1963-1983), se publicó en enero de 1986 y se centraba en los problemas sociales y la solidaridad; problemas sociales como la despersonalización, la emigración, la guerra y la violencia, la destrucción de la naturaleza, la pobreza y la injusticia, o el inmovilismo y la hipocresía.

La cubierta la creó la grandísima e inolvidable pintora figurativa Amalia Avia, fallecida el 30 de marzo de 2011. Amiga que, cuando le hablé del libro, me sorprendió a las pocas semanas con un óleo extraordinario en el que aparecen dos emigrantes con sus maletas en una estación de ferrocarril al comienzo de una desgarradora fuga hacia Irún para buscarse la vida en Alemania y encontrar la esperanza que en España se les negaba.


El prólogo lo escribió Manuel Vázquez Montalbán, escritor catalán hacia el que empecé a sentir una gran admiración en 1972 tras la lectura de su libro biográfico dedicado a Serrat, publicado en la colección Los Juglares de Editorial Júcar. Admiración que se acrecentó el día que tuve la oportunidad de disfrutar de su antología Cancionero general I, editado en Lumen también en 1972.

Aquel Cancionero general fue, y sigue siendo, otro de los libros de referencia de «mi vida entre canciones». Recuerdo que cuando pude comprarme el primer tomo y leí el prólogo pensé: «A mí me gustaría ser como este señor y hacer con la “canción de autor” algo similar a lo que él ha hecho con el cancionero popular del franquismo entre 1939 y 1975». Fue así como Vázquez Montalbán se convirtió en el investigador enamorado de la canción que me sirvió de modelo y que, desde entonces, he tenido siempre presente en mi trabajo.

Pasado el verano de 1985, un buen día (de los buenos no, ¡de los buenísimos!) me invitaron a ir a Barcelona a una cena que iba a celebrarse con Mario Benedetti en la Brasserie Flo con motivo de la publicación de dos discos de canciones basadas en sus poemas: El Sur también existe, de Serrat; y A dos voces, con Daniel Viglietti (obra grabada en directo en Buenos Aires). Por supuesto, aunque fue un viaje relámpago, acudí a la cena. Antes de salir de Madrid me enteré de que en la cena también iba a estar Manuel Vázquez Montalbán, así que decidí llevarme a Barcelona los dos primeros volúmenes de Veinte años de canción en España para regalárselos y expresarle con ellos mi admiración.


Al final de la cena, hablé con Manuel y le di los libros. Me preguntó si habría un tercero y le dije que sí. Fue él mismo quien me propuso que, si quería, le mandara el original, porque estaría encantado de prologarlo. ¡Menuda alegría! Y, ¡claro!, el original viajó al día siguiente a Barcelona. A los pocos días, Manuel Vázquez Montalbán me mandó el siguiente texto al que tituló: «La ambición documental de Fernando González Lucini».

«Solo alguien que en su tiempo, hace ya mucho tiempo, trató de ofrecer a la ciudadanía de este país un inventario de lo que el pueblo había cantado entre 1939 y el infinito, está en condiciones de entender el esfuerzo de Fernando González Lucini por inventariar la canción popular española, hija de la cultura de masas. La búsqueda del sexo de la canción popular tenía sentido hasta hace veinte o treinta años. ¿Qué era canción popular hace veinte o treinta años? Pues residuos en retroceso de la canción tradicional y una memoria viva o latente de las canciones vulgarizadas por los medios de comunicación de masas. Fue nuestra promoción, la de los escritores treintañeros al final de los años sesenta, la que reivindicó la canción de consumo como una huella de la sentimentalidad colectiva y descubrió que eran más sintomáticas de un temple popular que una canción tradicional definitivamente arqueologizada por la radio, el cine o la televisión.

»Ante la crítica sociológica, o simplemente aristocrática, de que la canción de consumo era una inculcación externa de una sensibilidad artificial, promovida por el poder político o por la industria de la canción, había que aceptar estas dos evidencias, pero también la de la función social que había ejercido y ejercía la canción de consumo. Al margen de la intencionalidad del inculcador, había que valorar el uso que hacía el inculcado y, valorando el uso, se descubría que el público se había apropiado sobre todo de canciones que le ayudaban a identificarse o vaciarse de las iras abstractas. En el feed-back del público había muchas veces otra lectura bien diferente de la que podía hacer el sociólogo crítico: era la lectura del que no tiene a Eliot para expresarse a través de él o de Jorge Guillén, sino las canciones de Rafael de León o de Manolo Escobar o de los Sirex o de quien sea. Inventariar la canción de consumo significa poner las bases para la comprensión de la evolución de un tono social, entre la espontaneidad de la oferta y la demanda y los acondicionamientos de una cultura dirigida por un poder totalitario bajo el franquismo y por un poder industrial multinacional bajo la democracia.

»Mi empeño de hace quince años, mucho menos ambicioso que el de Lucini, se vio condenado a un relativo fracaso por culpa de la Sociedad General de Autores que presionó a la editorial en demanda de derechos de autor por las canciones reproducidas, demanda utópica que llevó a Esther Tusquets ante el posible paredón de la insolvencia y al segundo tomo de mi Cancionero General a un limbo casi definitivo. Celebro que Lucini haya encontrado circunstancias mejores y que haya trabajado más y mejor que yo para ofrecer al público de hoy y al de mañana un censo importantísimo de lo que los españoles han cantado, e insisto en que lo han cantado, aunque haya sido en silencio.

»Nada quiero añadir a lo que otros epiloguistas o prologuistas han escrito para los volúmenes anteriores de la Summa Cantora de González Lucini, pero sí quisiera señalar la importancia del que tenemos entre manos, porque recoge el documento de esa "otra canción" cargada de buenas intenciones históricas.


»La Nova Cançó catalana, de la que el recopilador traduce abundantes muestras en este libro, abrió la vía de una canción popular crítica que influyó en otros lugares de España. Estas canciones pueblan el bajofranquismo de contenidos que apuestan por otra visión de la realidad y, en definitiva, por otra realidad. Abordando la crítica de las estructuras y de las relaciones sociales y psicológicas existentes, estas canciones forcejeaban con los códigos de la verdad establecida y contribuían al doble juego de reflejar la España oculta por la información y la cultura oficial y divulgar nuestras visiones de los hechos, las personas y las cosas que reeducaban la conciencia democrática y crítica de la ciudadanía. Fernando González Lucini ha recurrido a una clasificación temática del análisis de los contenidos y ha escogido, o mejor dicho, ha encontrado, familias de temas predominantes: la despersonalización, la emigración, la guerra y la violencia, la destrucción de la naturaleza, la pobreza y la injusticia, el inmovilismo y la hipocresía, la solidaridad.

»Más que el resultado de una investigación, parece un programa de lucidez y rearme ético de la sociedad. Y es que las canciones son a la vez paisaje de un tiempo, huella de quienes las cantaron y fotografía de los suspiros tolerados o prohibidos de una sociedad».

Años después, en el 2000, Manuel Vázquez Montalbán volvió a publicar su Cancionero general con el título de Cancionero general del franquismo (1939-1975) en una preciosa edición de la editorial  Crítica. Me lo regalaron mis hijos y, leyendo el nuevo prólogo que encabezaba el libro, me llevé la gran sorpresa, unida a un tremendo agradecimiento, de que me citaba y, además, muy cariñosamente. 


Refiriéndose a la evolución de la canción popular en España posterior a 1975, escribía lo siguiente:

«Pero esta es otra guerra que dejo a la responsabilidad ajena. Desde 1972 han aparecido dos obras singulares: la trilogía de González Lucini [evidentemente, Manuel no conocía el cuarto tomo] "Veinte años de canción en España", dedicada a glosar la canción del periodo 1963-1983, espléndido análisis crítico, y los glosarios fenomenológicos y anecdóticos de Manuel Román: Canciones de nuestra vida y Memorias de la copla».

Cuando allá en 1983 inicié con tantas dificultades e ilusiones el proyecto de Veinte años de canción en España, nunca pude imaginarme que me iba a dar tanto reconocimiento y tantas generosas gratificaciones.

Dibujo de Amalia Avia que aparee
en la contraportada del libro "Veinte años
de Canción en España"
, volumen 3

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