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martes, 3 de mayo de 2016

RETRATO ÍNTIMO DE «SILVIO RODRÍGUEZ»

SILVIO RODRÍGUEZ

Cuando yo era chiquito, allá en los largos atardeceres sureños, solía jugar a aquel machacón, pero genial, divertimento que consistía en completar frases como ésta: «De La Habana ha venido un barco cargado de...»; recuerdo que "Mariquita" –aquella mujer maravillosa que me cuidaba de pequeño y que inundó y engrandeció mi infancia de sueños y de fantasías– solía decirme que aprovechara el juego para cargar aquel barco con todo lo que más me gustara tener; con lo que más ilusión me hiciera... Ella, cuando jugábamos –dada su pobreza– a veces decía: «...cargado de panes blancos»; yo, dada mi edad:  «...cargado de juguetes».

Evocando aquella experiencia, ahora que –como suelo decir– me queda por vivir menos de lo que he vivido, regreso a aquel juego, y digo: «De La Habana me ha venido un "unicornio azul" cargado de "barredores de tristezas" y de "reparadores de sueños"; de "rabos de nube" y de "alas de colibrí", de "pintores de mujeres-soles" y de "locuras que son como brazos de mar"».



El rumbo de ese "unicornio azul" lo marca un amigo; "un trovador errante que enciende las hogueras y convoca a las luciérnagas"; un amigo –compañero del alma– al que es difícil dejar de amar porque, si hay algo que le caracteriza, es su capacidad para la ternura; cuando Silvio Rodríguez nos da una canción «abre una puerta y siempre aparece el misterio del amor».

«Con un poco de amor sobrevivo...; con un poco de amor yo me salvo...; sólo un poco de amor y soy algo... Con un poco de amor me levanto a mi diario de sed y de espanto... Con un poco de amor fue tejida mi piel y el cincel de mis huesos fue un poco de amor...; con un poco de amor soy yo mismo, soy tú, y soy aquel...».

«Debes amar la arcilla que va en tus manos, debes amar hasta la locura...; el amor alumbra lo que perdura, sólo el amor convierte en milagro el barro...; sólo el amor engendra la maravilla; sólo el amor consigue encender lo muerto».

«La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes. Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí; ni el recuerdo los puede salvar...».

Tanto es su amor, y es tanta la necesidad de amor que le prende, que Silvio, hace ya muchos años, destronó de su personalidad y de su arte la posibilidad de la cobardía; por eso en su canto se produce esa insólita y contagiosa síntesis entre «el espanto y la ternura»; entre la pasión y la rebeldía. Pasión rebelde por la vida, alimentada «en el claro de luna». («Hay que quemar el cielo, si es preciso, por vivir»). Y rebeldía-apasionada ante el dolor, ante la injusticia, ante la tristeza, o ante la «pobreza de amistad y de sonrisas». («Un día, junto al mar, la más triste canción oyó llorar a un alma su dolor, y a por le alma fue vibrando la tonada, conmovida y gentil, maravillada»).

...De La Habana llegó Silvio Rodríguez, cargado también de esperanzas, y, entre el espanto y la ternura, nos enseñó a volar: «No hacen falta alas para hacer un sueño... No hacen falta alas para alzar el vuelo... Basta el buen sentido del amor inmenso».


...Después de todo este feliz aprendizaje, a La Habana regreso, este es mi sueño...; vuelo sobre un «unicornio azul», el que Silvio me invitó a buscar, aquel unicornio que con su cuerno de añil pescaba una canción y que tenía por vocación el compartirla... La canción que acompaña mi vuelo y que hoy quiero compartir contigo, mi Habana hermosa, no pude ser más que ésta: «Yo también te convido a creerme cuando digo futuro».

5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Fernando....que preciosidad de entrada!!!!!
    Vi a Silvio en Gijón y este fin de semana en Murcia y por fin pude darle un abrazo!!!!!
    A mi también me invitó a pescar una canción y compartirla hace mucho y de ahí nació mi Bloc
    Es genial nuestro Silvio....admirable, querible, amable!!!!
    Un besazo, maestro!!!

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  3. ayyy... alas de colibrí!
    «La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes. Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí; ni el recuerdo los puede salvar...». Gracias, Fernando Lucini!

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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