En este primer año de existencia del blog he escrito 764 "cuelgues", de los que 216 han estado dedicados a la condena de la guerra, de las armas y del militarismo..., y aquí sigo, dispuesto a no desfallecer el tiempo que sea necesario.
Anoche, regresando del concierto de Alfonso del Valle caí en la cuenta de que ya está todo preparado para la Navidad: la iluminación colgada esperando su encendido, los primeros pinos a las puertas de las tiendas y de los escaparates, los catálogos de juguetes y los turrones –que ahora son incombustibles– dispuestos...; en fin, falta más de un mes, y ya se está preparando el impresentable y repugnante "mercadillo" consumista que suele montarse cuando se acerca el día en que se festeja el nacimiento de Jesús de Nazaret; ese Jesús –el único creíble– padre, amigo y hermano, sobre todo, de los seres humanos más pobres, de los más desamparados.
A la vista de ese panorama me han venido a la memoria escenas y situaciones como ésta:
Miles y miles de desplazados –como consecuencias de las guerras– en campos de refugio, y además controlados y amenazados, aún así, por el ejército y las armas... Así preparan estas pobres gentes su Navidad...; ¡que vergüenza!..., ¡que tremenda injusticia!..., ¡perdonadme!, no puedo contener las lágrimas de rabia, de impotencia y de dolor.
Y me vienen también a la memoria los versos de la canción de Yupanqui:
«¿Qué Dios vela por los pobres?
Tal vez sí, y tal vez no.
Pero es seguro que almuerza
en la mesa del patrón».
("Preguntitas sobre Dios").
En esta tarde de domingo le pido justicia a Dios y a los hombres... ¡No más dolor como consecuencia de lo absurdo de unas guerras!... ¡Malditos sean los gobernantes y los políticos –ganen o no las elecciones democráticas– que apoyan las guerra participando en ellas, o con el silencio!...
¡¡¡¡MALDITAS SEAN LAS GUERRAS!!!!
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