A finales de 2005 tenía prácticamente terminado el primer tomo de mi libro "...Y la palabra se hizo música", en el que dedico más de 200 páginas a la historia de la "nova cançó"; antes de darlo por concluido –como hacía algún tiempo que había estado retirado del mundo de la canción y deseaba que mi nuevo trabajo estuviera lo más actualizado posible– decidí trasladarme una semana a Barcelona para intentar conocer y escuchar el trabajo musical y poético que estaban realizado, en aquel momento, los jóvenes "cantautores" catalanes.
Antes de pedirle información a los buenos amigos y amigas que tengo por aquellas tierras –cosa que hice después–, preferí pasarme varios días buscando, de tienda en tienda, todo aquello que se hubiera editado relacionado con la "nova cançó" y que yo desconocía por completo... Fue una aventura realmente apasionante: por las mañanas buscaba y compraba los nuevos discos, y por las tardes los escuchaba en el hotel, tomaba mis notas, y seleccionaba los que incorporaría, o no, a mi nuevo libro.
Uno de esos días me encontré y compré un CD que, en principio me llamó la atención por el diseño de su cubierta y, sobre todo, por su título: "Senzill"; su autor era Albert Fibla.
Cuando lo escuché, por la tarde, en el hotel, me enganchó enseguida; era un disco con unos arreglos muy bien ajustados a la voz de Albert y al contenido de sus canciones; y con una musicalización bella, atrapadora y muy bien cuidada.
Doce canciones de lenguaje directo –rebosantes de latidos, de sentimientos, de experiencias vividas y de realidades cotidianas–. Canciones muy bien narradas e interpretadas; y, sobre todo, con la apariencia de una gran autenticidad –apariencia que, con el paso del tiempo, llegó a convertirse, para mí, en una total convicción–. Por otra parte, aquel trabajo de Albert Fibla, aún siendo muy coherente con toda la tradición de la "nova cançó" que yo conocía, apuntaba a una clara y positiva renovación musical y poética.
Recuerdo que en aquel disco hubo cuatro temas que me impactaron especialmente: "Dilluns al matí", "Fum", "Crema catalana" y, en particular, "Volia volar", canción con la que me sentí, y me sigo sintiendo, identificado: «Ara que s'ha fet demà, ara encara vull volar, ara que ja m'han tallat molts cops les ales». («Ahora que ya es mañana, todavía quiero volar, ahora que ya me han cortado muchas veces las alas»).
Aquel primer disco de Albert Fibla por supuesto lo incluí en mi libro; pero además me convertí, desde Madrid, en uno de sus seguidores incondicionales... Estuve muy atento a su evolución –cada vez más atrayente y de mayor calidad–; me compré sus siguientes discos; y, alejado ya –de nuevo– del mundillo de la canción y de la crítica musical, llegué al convencimiento de que era uno de los más prometedores "cantautores" jóvenes del ámbito catalán, al menos uno de los que a mí más lograba entusiasmarme. (He de confesar que compartiendo mis gustos y preferencias con Roger Más, que desde que le escuché cantar por primera vez en San Remo, es otra de mis debilidades).
Recientemente, cuando puse en marcha este blog –volviendo a escribir, de nuevo, sobre la "canción de autor"– tuve la oportunidad de conectar con Albert. Él desconocía que, durante un tiempo, yo había sido uno de sus seguidores anónimos; que lo había descubierto, musical y poéticamente, años atrás, en un atardecer de Barcelona; y que desde entonces le había escuchado y había disfrutado mucho con sus canciones....: "Entre la multitud", "Pel su nom", "Mari", "Cançó d'hivern" –con Túrnez i Sesé– o "Balmes 129" –con Litus– toda una crónica de lo nada fácil que lo tienen algunos "cantautores" para poder abrirles un horizontes de dignidad a su trabajo y a sus creaciones.
Hace unas semanas recibí su último disco "Albert Fibla en directe al Barnasants" y ha sido un placer escucharlo, entre otros motivos, porque en ese disco he podido reencontrarme con canciones que ya conocía, pero que ahora han adquirido una renovada madurez; canciones que en su vuelo –con el paso del tiempo– se han ido depurando, y se han ido haciendo aún más cálidas de lo que ya eran; renovación surgida, sin duda, como consecuencia del eficaz efecto que produce el potenciar y el darle aire a la sensibilidad creadora, y el amar y el creer en lo que uno hace; virtudes que Albert practica, y tiene bien interiorizadas.
Cuando lo escuché, por la tarde, en el hotel, me enganchó enseguida; era un disco con unos arreglos muy bien ajustados a la voz de Albert y al contenido de sus canciones; y con una musicalización bella, atrapadora y muy bien cuidada.
Doce canciones de lenguaje directo –rebosantes de latidos, de sentimientos, de experiencias vividas y de realidades cotidianas–. Canciones muy bien narradas e interpretadas; y, sobre todo, con la apariencia de una gran autenticidad –apariencia que, con el paso del tiempo, llegó a convertirse, para mí, en una total convicción–. Por otra parte, aquel trabajo de Albert Fibla, aún siendo muy coherente con toda la tradición de la "nova cançó" que yo conocía, apuntaba a una clara y positiva renovación musical y poética.
Recuerdo que en aquel disco hubo cuatro temas que me impactaron especialmente: "Dilluns al matí", "Fum", "Crema catalana" y, en particular, "Volia volar", canción con la que me sentí, y me sigo sintiendo, identificado: «Ara que s'ha fet demà, ara encara vull volar, ara que ja m'han tallat molts cops les ales». («Ahora que ya es mañana, todavía quiero volar, ahora que ya me han cortado muchas veces las alas»).
Aquel primer disco de Albert Fibla por supuesto lo incluí en mi libro; pero además me convertí, desde Madrid, en uno de sus seguidores incondicionales... Estuve muy atento a su evolución –cada vez más atrayente y de mayor calidad–; me compré sus siguientes discos; y, alejado ya –de nuevo– del mundillo de la canción y de la crítica musical, llegué al convencimiento de que era uno de los más prometedores "cantautores" jóvenes del ámbito catalán, al menos uno de los que a mí más lograba entusiasmarme. (He de confesar que compartiendo mis gustos y preferencias con Roger Más, que desde que le escuché cantar por primera vez en San Remo, es otra de mis debilidades).
Recientemente, cuando puse en marcha este blog –volviendo a escribir, de nuevo, sobre la "canción de autor"– tuve la oportunidad de conectar con Albert. Él desconocía que, durante un tiempo, yo había sido uno de sus seguidores anónimos; que lo había descubierto, musical y poéticamente, años atrás, en un atardecer de Barcelona; y que desde entonces le había escuchado y había disfrutado mucho con sus canciones....: "Entre la multitud", "Pel su nom", "Mari", "Cançó d'hivern" –con Túrnez i Sesé– o "Balmes 129" –con Litus– toda una crónica de lo nada fácil que lo tienen algunos "cantautores" para poder abrirles un horizontes de dignidad a su trabajo y a sus creaciones.
Hace unas semanas recibí su último disco "Albert Fibla en directe al Barnasants" y ha sido un placer escucharlo, entre otros motivos, porque en ese disco he podido reencontrarme con canciones que ya conocía, pero que ahora han adquirido una renovada madurez; canciones que en su vuelo –con el paso del tiempo– se han ido depurando, y se han ido haciendo aún más cálidas de lo que ya eran; renovación surgida, sin duda, como consecuencia del eficaz efecto que produce el potenciar y el darle aire a la sensibilidad creadora, y el amar y el creer en lo que uno hace; virtudes que Albert practica, y tiene bien interiorizadas.
En este nuevo disco de Fibla, grabado el 12 de marzo de 2010, en el Teatro Zorrilla de Badalona colaboraron excelentes músicos como, Joan Aymerich (piano) –que también fue responsable de la dirección musical–, Josep Traver (Guitarra), Xavi Maureta (Batería), Joan Motera (contrabajo) y Martí Serra (saxo). Una magnífica banda que, junto a la voz y la presencia de de Albert, nos proporcionan la posibilidad de disfrutar de doce hermosísimas canciones nacidas en Cataluña, pero con una clara vocación de universalidad porque tienen esa no fácil cualidad de tocarnos el alma; cualidad que surge, como en este caso, de la sencillez, de la intensa capacidad comunicativa y de la belleza.
¡Ay!, una "c" traviesa en el título. Ha de ser "senzill", con "z", como consta en el texto de tu comentario. Perdona la corrección. Es fruto de la admiración. Un saludo.
ResponderEliminarLa señora "Z" ya ocupa el lugar que le corresponde. ¡Gracias PEP!
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