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sábado, 17 de septiembre de 2011

CANTIJUEGO "LABORDETIANO"

En esta semana que estamos dedicando al recuerdo entrañable de JOSÉ ANTONIO LABORDETA no podía faltar un "cantijuego labordetiano".

Seguidamente vas a encontrarte con 12 recuadros; en cada uno de ellos aparece un fragmento de un disco de Labordeta.

Primera cuestión: Identifica cada uno de esos 12 discos y di cómo se titula cada uno de ellos.


Segunda cuestión: Identificados los 12 discos anteriores, di en cuál de ellos grabó José Antonio cada una de estas 12 canciones:


Como siempre, en el apartado de "comentarios" puedes jugar y hacer el seguimiento del juego.

LABORDETA VI - "VENGO A CANTARLE A LA LIBERTAD"

José Antonio Labordeta, en su casa de Zaragoza.
(Fotografía de Pedro Hernández).
Otro de los rasgos, o de los perfiles que destacan en la obra cantada de Labordeta, es la permanente e inquebrantable presencia en todas sus canciones –y yo diría que en toda su vida– de una actitud personal profunda y honestamente ética.

La ética que José Antonio practica le hace conmoverse y rebelarse frente a la pobreza y la injusticia; pero le fuerza, al mismo tiempo, a mantener una actitud siempre esperanzada y positivamente utópica; actitud genuinamente moral que en él –como la define José Luis Aranguren en su "Ética de la felicidad˝«es, a la vez, vigilante y entusiasta, desencantada y presta al reencantamiento, crítica y esperanzada. desmitificadora y creyente, ecéptica y utópica».

Una actitud ética fundamentada en un conjunto de valores básicos que configuran la médula de su credo, y entre los que considero importante destacar tres: la libertad, la solidaridad y el amor. Hoy vamos a hablar de la "libertad".

En 1975, cuando empezábamos a transitar –parecía que definitivamente– del tiempo de la espera al de la esperanza real, José Antonio Labordeta compuso y grabó su "Canto a la libertad"; canto que viene a ser como una gran síntesis, por una parte, de toda la represión y la crueldad experimentada durante la larga dictadura franquista y, por otra, de todo aquello a lo que aspirábamos y en lo que soñábamos los, durante tanto tiempo, enamorados de la "libertad".

José Antonio Labordeta, Emilio Gastón y Enrique Tierno Galván
en un mitin celebrado en la plaza de toros de Zaragoza, con motivo
de las elecciones democráticas celebradas en junio de 1977.

"El canto a la libertad" es un canto entusiasta, esperanzado, creyente y utópico; es como un estallido gozoso del alma –lógico y necesario– a las puertas de la transición democrática. Labordeta, en ese canto profetiza y vislumbra la libertad como una realidad posible.

«Habrá un día 
en que todos 
al levantar la vista,
veremos una tierra 
que ponga libertad.
Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.
Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser.
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad».
("Canto a la libertad")

En la actualidad, con el paso del tiempo –y, sobre todo, en los tiempos "descafeinados" que estamos viviendo– hay quien puede considerar esta canción como un canto lleno de ingenuidad, o como un himno, movilizador de las masas, de contenido estrictamente político; yo, personalmente, en oposición con esos planteamientos, creo que aquella canción fue sencillamente la expresión incontenible de un sentimiento compartido: del deseo y del sueño de la "libertad"; expresión cantada, auténtica y llena de veracidad, que, en aquel momento, nos sirvió de impulso para confiar en el futuro que se nos avecinaba, y para empujarlo o forzarlo hacia el desarrollo de una convivencia democrática.


En este sentido, pienso que no es exagerado afirmar que el "Canto a la libertad", de José Antonio Labordeta, fue uno de esos acontecimientos sociales y culturales, y también políticos, que quedará para siempre en el origen de nuestra democracia como uno de sus indicadores y de sus alientos más decisivos.

Fue además un canto capaz de alimentar los sueños esperanzados de mucha gente aun con planteamientos ideológicos y políticos muy diferentes; igual se cantaba en los multitudinarios mítines o manifestaciones convocados por los partidos políticos de izquierda, como en los encuentros que celebraban las comunidades cristianas progresistas. Hecho ocasionado por tratarse de un canto libre y abierto que apuntaba a sentimientos y a aspiraciones comunes, y que se hacía voz y expresión de la esencia de la identidad humana, es decir, de la libertad como uno de los valores más universales y más básicos para la vida y para la convivencia.

Pero al hablar del "Canto a la libertad", desde una perspectiva histórica y en el marco de la obra de Labordeta, no puede desvincularse de otra de sus canciones aparecidas tres años más tarde, me refiero a la canción titulada "Abrí todas las puertas".


José Antonio Labordeta. (Fotografía de Carmelo Eseban).




«Abrí todas las puertas
cuando se hizo la luz,
recorrí los desvanes,
tampoco estabas tú, 
pequeña, dulce,
triste, hermosa, libertad.

Con qué palabras nuevas
habría que llamarte,
sobre qué muros tenues
habría que escribirte,
y en qué paisaje oculto
habría que esperar
tu regreso al hogar,
pequeña libertad.

En qué sangre vertida
habría que buscarte,
en qué ojos de espanto
hallar tu soledad.
Sobre qué río incierto
habría que esperar
tu regreso al hogar,
pequeña libertad.

Grité por los trigales
y contra el cielo azul,
anduve los caminos,
tampoco estabas tú:
pequeña, dulce, triste,
hermosa libertad.

En qué puños cerrados
te guardan de la muerte.
En qué paloma blanca
caminas de verdad.
Sobre qué ojos de niño
te vamos a encontrar
de regreso al hogar,
pequeña libertad.

Bajo qué árbol descansas,
huyendo, como vas,
de tanto fuego vivo
que te quiere quemar
y hacer que nunca puedas
unirte a los demás
de regreso al hogar,
pequeña libertad.

Dejo la puerta abierta,
el árbol y la luz
pues siempre espero ver
que me saludes tú: 
pequeña, dulce, triste
y hermosa libertad».
("Abrí todas las puertas")

Pasados tres años, desde el final de la dictadura, José Antonio Labordeta parece que confirma en su  nueva canción algo que el mismo predecía al final de su "Canto a la libertad": «también será posible que esa hermosa mañana ni tú, ni yo, ni el otro, la lleguemos a ver; pero habrá que forzarla para que pueda ser». El sueño de la "libertad" –sueño esperanzado, creyente y utópico– a pesar del tiempo transcurrido durante los primeros años de nuestra transición democracia –«cuando se hizo la luz»–, no había llegado a "granar". (Se confirmaba también el pensamiento y el anuncio de Lluís Llach en "Viatge a Itaca": «Más lejos, siempre mucho más lejos, más lejos del mañana que ya se está acercando. Y cuando creáis haber llegado, emprender otra vez vuestras sendas»).

Lluís Llach. (Fotografía de Juan Miguel Morales).
Ante aquella experiencia, Labordeta transforma su canto haciéndolo más reflexivo e intimista, y en una actitud claramente vigilante y crítica, vuelve a fotografiarnos unos sentimientos personales que también los fueron, y de hecho los siguen siendo, de quienes verdaderamente amamos la "libertad". La búsqueda de una libertad más madura, no firmada por decreto o en pactos constitucionales, sino una libertad más íntima, más personal.

Es realmente hermoso constatar cómo en esa nueva perspectiva de la búsqueda de la "libertad", José Antonio la sitúa no ya en una tierra, que podremos ver al levantar la vista; sino en un conjunto de realidades mucho más concretas y, a la vez, mucho más cercanas: un paisaje oculto, una sangre vertida, unos ojos de espanto, una paloma blanca, unos puños cerrados, al pie de un árbol, o en los ojos de un niño.

Y de nuevo aquí la constatación de un hombre que, encarnando aquella actitud genuinamente moral, de la que antes hablaba, tras la experiencia del desencanto, es capaz de superar la desmoralización para abrirse de nuevo a la esperanza siempre presto al "reencantamiento".



«Dejo la puerta abierta,
el árbol y la luz
pues siempre espero ver
que me saludes tú: 
pequeña, dulce, triste
y hermosa libertad».

viernes, 16 de septiembre de 2011

¡MALDITAS GUERRAS! - 100 + 70

Voy a hacer un pequeño paréntesis en los cuelgues que vengo desarrollando dedicados a José Antonio Labordeta para transmitir, y dejar constancia, de una experiencia que viví anoche y que, sin esperarlo, se convirtío en una especie de espaldarazo a mi fortaleza para seguir creyendo en la paz como una posibilidad real; no fue nada extraordinario, fue algo sencillo y cotidiano, pero, a la vez, creo que importante.

Anoche estuve en Libertad 8, donde cantaban Alfonso del Valle y Manuel Cuesta; llegué bastante cansado y no pude quedarme a todo el concierto. 

Ante aquella circunstancia, Manuel que sabe que una de sus canciones que más me gusta y más me emociona es "Tu risa en la Alameda" –tema que suele cantar al final de sus conciertos– decidió cantarla al principio para que yo pudiera escucharla, y disfrutarla, antes de marcharme a casa.


Os propongo recordar primero la letra de esa canción –si tenéis la oportunidad, no dejéis de escucharla–, y luego os cuento los motivos por los que hoy ocupa este rinconcillo del blog que dedico, diariamente, a maldecir la guerra y la violencia.

«Crece entre el fulgor de la ciudad,
este paseo que antaño fue un pantano
que hacinaba los sueños, la enfermedad
convirtiendo lo sumergido en altozano
Aun conservo mis viejos cárteles de cine
que compraba los domingos en el mercadillo
y las cintas de cassette pirata
de Silvio, Dylan y O'Funkillo
Álamos, canales, tajuelos y tres fuentes
habitaban en este paraíso perdido
de vecinos que nadaban contra la corriente
y nadie que dijera todo esto esto está prohibido

Esta noche quiero llevarte a pasear
y beberme a tragos tu risa en la Alameda
dos leones custodiarán mi alma en el Boulevard
Mientras Hércules y César
sonríen desde la arboleda.
Si quieres levantarle la falda a esta ciudad
tienes que venir bajo su manto de estrellas
brindaremos por Paco Zapata en el Central
mientras Hércules y César
contemplan la polvareda.

Si pisas sobre el paseo de la Alameda
pisarás el viejo túnel de un metro que nunca fue
ahora el túnel es un pozo de tormentas
y las putas hace tiempo que abandonaron el edén.
Sevilla renacentista y barroca
refugio para Ulises, hogar de las Sirenas
los labios que saben rozar las bocas
y Bécquer con un verso quita a las musas las penas


Esta noche quiero llevarte a pasear
y beberme a tragos tu risa en la Alameda
dos leones custodiarán mi alma en el Boulevard
mientras Hércules y César
sonríen desde la arboleda
Si quieres levantarle la falda a esta ciudad
tienes que venir bajo su manto de estrellas
brindaremos por Paco Zapata en el Central
mientras Hércules y César
contemplan la polvareda.

Espacio para el arte, el amor, la resistencia
fueron exiliados los mercaderes ambulantes
ahora quieren enterrar el albero en la opulencia
bajo la explotación urbana, olvidar lo que fue antes
Llévame esta noche a beber a la Habanilla
y pídeme un Gin Tonic que esta noche celebramos
que Manolo caracol la lía por Seguidillas
que esta sigue siendo la Alameda que soñamos.

Esta noche quiero llevarte a pasear
y beberme a tragos tu risa en la Alameda
dos leones custodiarán mi alma en el Boulevard
mientras Hércules y César
sonríen desde la arboleda
Si quieres levantarle la falda a esta ciudad
tienes que venir bajo su manto de estrellas
brindaremos por Paco Zapata en el Central
mientras Hércules y César
contemplan la polvareda.

Que hoy habrá revolución,
dará comienzo en la alameda».

Esta bellísima canción de Manuel Cuesta, que la he escuchado cientos de veces –él la canta cada vez mejor–, anoche en Libertad 8 me provocó  dos pensamientos que me gustaría compartir.

En primer lugar, me trajo a la memoria estas palabras de Daniel Barenboim: «No hay solución militar para la paz, y mientras haya quien lo piense, no se conseguirá nada [...]. Creo que a través de la música puede superarse el odio y crearse el diálogo, el entendimiento y la armonía»... ¡Totalmente de acuerdo!... 

Y anoche yo pensaba: «Creo que mientras un ser humano sea capaz de crear canciones como "Tu risa en la Alameda", hay esperanzas para la PAZ y para el cese de la violencia; y lo creo porque estoy convencido de que la "belleza" y la "sensibilidad" son dos de los caminos imprescindibles para nuestra deseada e implacable abolición de las guerras»... "Tu risa en la Alameda" es, sobre todo eso: belleza y sensibilidad.

El segundo pensamiento que anoche me atrapó giró en torno a lo que Manuel dice al final de su canción: «La revolución dará comienzo en la alameda»...; la revolución auténtica, la revolución de la PAZ –en nuestro caso– comienza y se hace posible en lo cotidiano, en el día a día, en lo sencillo, en las pequeñas cosas, en la calle, en la ternura.... «en la alameda»... ¡Gracias Manuel!

LABORDETA V - "VENGO A CANTARLE A LA EMIGRACIÓN"

José Antonio Labordeta.

Entre los paisajes y los personajes que Labordeta nos ha fotografiado en sus canciones, merece la pena destacar aquellos que, durante muchos años, sufrieron el impacto y la crueldad de la emigración, realidad social que José Antonio ha abordado ampliamente, con una gran riqueza y variedad de matices, y con especial sensibilidad.

En este sentido me limitaré tan sólo a ir hilvanando los textos de sus canciones estructurándolos en cuatro secuencias: el origen y las causas de la emigración, la dolorosa salida de los emigrantes hacia otras ciudades españolas o extranjeras, el dolor y la soledad de los que se quedan y de lo que se abandona, y el regreso –cuando se produce–, reencuentro, no siempre liberador, con lo que tanto se amaba.

José Antonio Labordeta.

El origen y las causas de la emigración aragonesa, al igual que en otros pueblos de España, entronca directamente con la realidad social de la pobreza y de las desigualdades sociales; es decir, con la miseria y con la injusticia sufrida por un amplio sector de la ciudadanía carente de los horizontes y de los medios económicos suficientes para poder sobrevivir en su propio hogar con un mínimo de dignidad.

«Estate toda la vida
amorrao a los secanos
pa que luego, desde arriba,
te los quiten de las manos».
("Cuando se agosta el campo").

«Hace tiempo que nos dicen
que ya todo se andará:
Aquí lo único que anda
es la gente que se va
que camina con su casa
y nunca más volverá»
("Cantes de tierra adentro").

Situación desesperada, vivida con la más radical impotencia, y ante la que sólo se encontraba una salida: cerrar la casa, o dejar en ella a parte de la familia amada, para buscar, en el desarraigo de otras tierras –en algún lugar del mapa– el pan y el trabajo, que en la suya les eran negados.

«A esto del mediodía
y el sol subido,
detenemos el tajo
para un suspiro
y entre bocao y trago
contemplo al chico
que el día que madure
se irá contigo...
... contigo a no sé donde
aquí no hay sitio,
ni lugar, ni trabajo
para este crío».
("A varear la oliva")


Con la casa a cuestas y con la rabia que produce abandonar lo que se ama, fueron muchos miles de hombres y de mujeres aragoneses –especialmente campesinos– los que se vieron obligados, de forma irremediable, a tomar los trenes de la emigración.

José Antonio, en su canción "Todos repiten lo mismo" –posiblemente una de sus canciones más duras y de mayor amargura– nos describe la imagen dolorosa de esa salida.
«Si en algún camino encuentras
gente con la casa a acuestas
no les hables de su tierra
que te mirarán con rabia.
Con la rabia en la voz y el viento,
con la rabia en sus palabras,
con la rabia que produce
abandonar lo que se ama».
("Todos respiten lo mismo")

La tercera secuencia que Labordeta nos ofrece, sobre la experiencia y el drama de la emigración, tiene como escenario la situación desoladora en la que quedan el paisaje y los pueblos tras el abandono, a veces masivo, de trabajadores, y, con frecuencia, de familias enteras que, huyendo de la pobreza, se ponen en camino a la búsqueda incierta de una nueva esperanza.

«Sólo quedan los viejos
y los barrancos
como esqueletos rotos
contra la tarde.
Tardes que se hacen noches,
noches enteras
esperando la vuelta
que nunca llega».
("Las arcillas")

De nuevo en esta perspectiva, José Antonio logra introducirnos en esa situación desoladora, a través de su conexión vital, afectiva y poética con los seres humanos que la protagonizan, y, en particular con los ancianos.
En concreto, hay tres canciones en las que Labordeta nos sumerge en esa realidad, configurando una descripción de los hechos, profunda, de radical humanidad y muy conmovedora.  Esas tres canciones son: «La vieja», «Carta a casa» y «Poema».

«Siempre te recuerdo vieja
sentada junto al hogar,
acariciando la lumbre,
la cadiera y el pozal.
La tristeza de tus ojos
de tanto mirar,
hijos que van hacia Francia
otros hacia la ciudad.
Miguel dice que va bueno
y parió la del Julián.
Tú te quedas con tus muertos
rezándoles sin parar,
pensando que en esta vida
sólo se puede llorar.
Siempre te recuerdo vieja
sentada frente al portal,
repasando antiguas mudas
que ya nadie se pondrá».
("La vieja")


«Te escribo hoy para contarte
lo que va sucediendo por la casa,
por las gentes del barrio,
los amigos, por la fábrica vieja,
lo que sucede y pasa.
Aquí madre está vieja,
igual que el tiempo,
y el abuelo Manuel ya lo internamos
por aquella locura de insensato
de salvar del naufragio al sindicato.
De María las nuevas no son buenas
pues anda enferma, dicen, por Gerona;
menos mal que a Raúl, lo han contratado
de travesti en un salón encopetado.
Y a mí, ya me ves, de casa a la oficina
y luego, por las calles,
a ver cómo se pierde el tiempo 
en las esquinas».
("Carta a casa").

«Te escribo, Juan, hermano,
ahora que la lluvia recorta suavemente
los ruidos en la calle,
para hablarte de que ayer allá arriba,
en el pueblo vacío del lento somontano
enterramos la abuela en aquel cementerio
cubierto de yerbajos, arbustos
y lápidas deshechas por el tiempo,
las nieves y el olvido [...]
La dejamos quieta allí, bajo la yerba,
las nubes pasajeras, los cierzos agoreros y los riscos.
Luego, cuando salimos, ya no quedaba nadie en el contorno.
Y aquí,en la ciudad de nuevo,
el abuelo, viendo caer el agua tras de los vidrios
ha murmurado lento, con sonrojo:
hoy seguro que llueve también
sobre la abuela, allá arriba, en el pueblo».
("Poema")

Unidas a estas tres canciones, son también numerosas otras en las que Labordeta vuelve a ofrecernos una nueva galería de personajes entrañables que no recorrieron, en un principio, los senderos de la emigración, pero que, un día, incapaces de soportar la soledad también optaron por la huida hacia las ciudades.

Entre esos personajes: Miguel –que protagoniza la canción "Coplas del tión"– que contemplaba cómo se marchaban del pueblo todas las mozas, y que decidió vender toda su hacienda para bajarse a la ciudad y colocarse en una tienda, antes que quedarse para tión, es decir, solterón: «Me aguantaré los modales, el ruido, la polución; todo antes de que me entierren solitario y de tión»; y como él "Severino el sordo", pregonero rural, que meditando sobre su situación de soledad y sobre la inutilidad de su oficio, llega a la siguiente conclusión: «Un día cojo la cabra, la trompeta y el tambor y me voy a Zaragoza y que pregone el patrón».



Y, junto a ellos, hombres y mujeres que, como Pedro Acín Bescós, optaron por quedarse aferrados a la tierra y a la esperanza «aguardando el temporal».

«María me dice: "Coño
marchénos de una vez".
Yo me hago el sordo y me digo:
"Esto no se puede perder".
Y aquí sigo en la matraca
de sembrar sin recoger,
a ver si algún día alguien dice:
"Ayúdenos de una vez"».
("Coplas de Santa Orosia")

Y, por último, una cuarta secuencia, protagonizada por los emigrantes que un día regresaron a la tierra natal; regreso, a veces voluntario, y, a veces, forzado por las circunstancias, que, en cualquier caso, siempre se producía en el marco de una profunda contradicción entre la emoción desbordante que supone el reencuentro con la tierra y el hogar, y la experiencia desalentadora y frustrante del dado irreparable que el tiempo y la distancia ocasionaron en sus vidas sin haber logrado, a pesar de ello, las expectativas y la liberación soñadas en aquel día, para muchos muy lejano, en el que iniciaron su exilio.

José Antonio Labordeta, aproximándose a esta cuarta secuencia, nos ofrece, en 1985, su "Crónica del regreso"; crónica cantada en la que de nuevo reaparece su lenguaje directo, testimonial y sensitivo, teñido, una vez más, de un realismo dramáticamente existencial.

«Me han cerrado la casa en silencio,
me han mandado otra vez para aquí,
a la piedra terrible, al secano,
cuando yo me he dejado los años
donde uno trabaja por mil.

Y de golpe me encuentro en mi casa,
forastero en donde nací,
forastero también en el tajo
donde yo levanté con mis manos
lo que uno trabaja por mil».
("Crónica del regreso")

José Antonio Labordeta.

jueves, 15 de septiembre de 2011

LABORDETA IV - "VENGO A HABLAROS DEL SER HUMANO: DE SU DOLOR Y DE SU ESPERANZA"

José Antonio Labordeta

Los paisajes fotografiados a través de la palabra cantada de Labordeta, a los que hacía referencia en el "cuelgue" de ayer, son siempre paisajes empapados de humanidad; paisajes en los que podemos escuchar y encontrarnos con el latido de los hombres y de las mujeres que los habitan.

José Antonio ha sabido siempre pegar su oído y sus sensibilidad al gesto, al decir y al sentir de las gentes de Aragón y, en particular, de las más desposeídas.

En sus canciones siempre ha sabido dar cobijo y sombra –especialmente en los tiempos del gran desamparo– a "leñeros", "aceituneros", "oliveras" y "masoveros" con hambre y con soledad; al "abuelo" –viudo triste, viendo caer el agua tras los vidrios–, y a la "vieja", eternamente paciente, quemando largos atardeceres de espera en interminables noches de impotencia; a "lucinios", a "severinos" y a "lambertos" fieles y entrañables; a "Ramón Cabeza", compañero de días escolares con las manos llenas de frases que hablaban de la tierra, de la solidaridad y de la paz que hermana, y que alguie se las truncó antes del alba; o al "niño de la montaña"; a tantos y tantos "emigrantes" hartos de promesas, con la casa a cuestas, y con la rabia y el desgarro que produce abandonar lo poco que se tiene y lo que tanto se ama; a "Pedro Acín Bescós", pobremente amarrado a la tierra e invocando a la solidaridad: «Aquí sigo a la matraca de sembrar sin recoger, a ver si algún día alguien dice: Ayudemos de una vez».


José Antonio Labordeta.

Toda una galería de retratos en los que, como pinceladas ocres estraídas del secano, se repiten constantemente palabras como "abandono", "miseria", "hambre", "soledad", "pobreza", "sufrimiento", "llanto", "cansancio", "tristeza", "desaliento", "rabia", "odio", "dolor", "espanto", "paciencia" o "ausencia"; palabras duras y amargas que contrastan, también de forma constante, con un fondo de luz en el horizonte que apunta siempre hacia la esperanza; esa esperanza que surge en la lucha «contra el viento, la sangre y la impiedad»; esperanza revolucionaria, confiada y vociferante que, como nos decía José Luis Aranguren, consiste en «romper con todo lo establecido, que no es moral, para inventar todo lo que aún está por establecer».


«No te quedes a la puerta
entra hacia adentro
que de la cocina, el fuego
es tuyo y es nuestro».
("No te quedes a la puerta")

«... Y entre todos hay que levantar
una esperanza segura
de que todo va adelante
y si alguno queda parado
decirle que es caminante».
("No cojas las acerollas")

Disco grabado y editado por José Antonio en 1978.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

¡MALDITAS GUERRAS! - 100 + 69

En 1985, José Antonio Labordeta grabó su disco titulado "Aguantando el temporal" y en él incorporó una magnífica canción titulada "En el nombre del Señor". Es una canción cargada de historia en la que van apareciendo personajes como Reagan (Presidente de los Estados Unidos), Gorbachov, Narciso Serra (Ministro de Defensa con el gobierno de Felipe González) y Jomeini.

En esta canción Labordeta plantea una alianza, o complicidad, que el algún momento existió y que, desde luego, debería existir siempre con la Iglesia, en lo que se refiere a la condena de las asesinas y crueles guerra, y de las malditas armas. La canción dice así:

Viñeta-caricatura creada por José Luis Cano.

«Monseñor ha dicho
que él también está
en estos momentos
pidiendo la paz
y yo estoy contento
de saber que tengo
a la Iglesia aliada,
que eso es casi ná.

Que se agarre Reagan
los sujetadores,
que se desmaquille
de su ancianidad
ya que ahora somos
un millón de locos,
treinta mil obispos
y las buenas monjas
de la caridad.

Y al señor Gorbachov
que no se haga el sueco
y que atienda un poco
lo de este suceso
ya que ahora se apuntan
los benedictinos
que son gente sana,
fuerte, sonriente,
y de sabor fino.

Don Narciso Serra
póngase a temblar
pues ahora tenemos
pá pedir la paz
dos palomas nuevas,
la una proletaria,
con ramo de olivo,
y la otra santa,
de la Trinidad.

Lo mismo decimos
a Jomeini el loco,
no nos ande usted
removiendo el coco
que en el mundo ahora
somos mayoría
pues con monseñor
y sus señorías,
tenemos a Dios.

Y al manifestarnos
la próxima vez
iremos unidos
a la mejor grey
que la iglesia tiene
sin contar con que
a lo mejor viene
un ministro de esos
de cristiana fe.

Y movilizada
tanta compañía
seguro que ahora
también a la CIA
y a la KGB
les entra tembleque
por no saber qué
hacer con los tanques
y demás merdé

Monseñor ha dicho
que él también está
en estos momentos
pidiendo la paz
y yo estoy contento
de saber que tengo
a la Iglesia aliada,
que eso es casi ná.».

LABORDETA III - "VENGO A HABLAROS DE UNAS TIERRAS Y DE UNOS PAISANOS, LOS MÍOS"

José Antonio Labordeta contemplando el valle de Tena (Huesca).
Al fondo Peña Foratata. (Fotografía: Pepe Navarro).

En general toda la trama argumental de las canciones de José Antonio Labordeta –a quien le estoy dedicando todos los "cuelgues" de esta semana–, aunque siempre abierta y universalizable, trascurre en el marco de una tierra y de un paisaje; paisaje cuajado de contradicciones que siempre atrapó su curiosidad, su mirada y su inspiración, y de cuyas tonalidades cromáticas y vitales está teñida toda su obra.

Concretamente, en 1963, recién llegado a Teruel como profesor de Instituto, José Antonio nos describe, en uno de sus artículos publicados en la revista "Andalán", la siguiente experiencia de encuentro, de fusión y de diálogo, en el silencio, con aquellas tierras: «Y de golpe, delante de ti, Teruel. Sus sierras, sus caminos, se yerguen ante ti, te asedian, te embisten, te cobijan, una mezcla de amor y odio se enfrenta, hasta que una tarde cualquiera uno queda asombrado por el color de sus tierras, sus otoños, sus piedras, sus gentes, sus verdaderas gentes...».

«Teruel sostiene la base
de esta tierra que te cuento
que, a pesar de estar caída,
la aúpo con gran sentimiento».
("Pregón")

Disco grabado por José Antonio Labordeta en 1997.

«Polvo, niebla, viento y sol
y donde hay agua, una huerta;
al norte, los Pirineos:
esta tierra es Aragón».
("Aragón") 

Este encuentro que el poeta establece con su tierra, va transformándose de forma progresiva en una especie de relación cada vez más amorosa y apasionada, hasta el punto que hay momentos en los que al escuchar algunas de sus canciones de amor, a uno le entra la duda de si es que, en su sensibilidad, la mujer se hace paisaje, o el paisaje se transforma en cuerpo de mujer.

«Tu cuerpo de barrancos,
ríos y yermos,
enfrentados los unos
contra los otros...

Sabes como la yerba,
como el pantano,
amarga compañera:
dame la mano.

Si yo pudiera izarte
igual que te amo
panizo y sementera
fuese tu campo».
("Amarga compañera").

«No quiero que del suelo
tú me levantes
porque amo la tierra
y este paisaje».
("Joven paloma").

Disco "Aguantando el temporal" grabado y editado por
José Antonio en 1985.

Como consecuencia de este amor a la tierra, José Antonio no puede contener en su canto la amargura y el desgarro que le produce la pobreza y el desamparo de una tierra asolada, abandonada y despiadadamente ultrajada: «El camino, la lluvia, el viento, el sol. La tristeza, el pedrisco, el árbol sin flor. El hambre, el trabajo, el esfuerzo, el dolor. El camino, la tierra, la muerte, el adiós».

«El aire abrasa la siembra,
el sol seca la cosecha
y en el invierno, los hielos,
dejan la oliva deshecha».
("Por el camino del polvo")

«Estas arcillas viejas,
estas arcillas pobres,
sólo crean miserias,
sólo producen hambre».
("Las arcillas")

En un primer momento –que se extiende dd 1970 a 1981–, este canto a la tierra que nos ofrece Labordeta, se centra de forma especialmente significativa sobre la dura realidad agraria aragonesa; etapa de tonalidades rurales,  que se cierra –aunque por supuesto, nunca de forma definitiva– con la creación de dos obras extraordinarias: "Cantata para un país" (1979) y "Las cuatro estaciones" (1981), obras en las que José Antonio realiza una crónica cantada de Aragón en una perspectiva profundamente humana; «No vengo a hablaros del viento, ni a maldecir de los fríos; vengo a hablaros de unas tierras y unos paisanos, los míos».

"Cantata para un país", obra grabada y editada por José Antonio Labordeta
en 1979. La cubierta de este LP fue creado por Antonio Saura.

(Por cierto, y hago un paréntesis, ya en aquel momento, fuera de nuestras fronteras, se realizaba lo que aquí, en nuestro país, siempre fue uno de mis sueños –sé que compartido con otros muchos enamorados de la canción como yo–: en muchos centros escolares europeos y norteamericanos, las canciones de Labordeta constituían un material documental y didáctico utilizado con frecuencia en las clases de español, y eran objeto, a la vez, en diferentes universidades extranjeras, de materia de estudio y análisis por parte de investigadores que se aproximaban a la historia de España durante el final de la dictadura y en la transición democrática).

Volviendo sobre el canto a la tierra, concretamente en el disco «Las cuatro estaciones» –que bajo mi punto de vista constituye eso que se suele llamar su "obra maestra"– Labordeta, en el irrenunciable marco de su sensibilidad y de su compromiso social y político, navega por todo el ciclo de la tierra y del paisaje desde la "Sanjuanada" a "El mayo", y desde ahí, como siempre, por ese otro ciclo vital que prende en el corazón de lo humano, desde la rabia –pobreza, tristeza y soledad–, a la esperanza.

Disco grabado y publicado por José Antonio en 1981.

«El San Juan pobre nos mete
a todos en las ciudades,
haciendo que el campo cruja
de tristeza y soledades...».
("Sanjuanada").

«Cuando llega mayo
los pueblos renacen
y por los paisajes
los yermos deshace».
("El mayo")

A partir de 1981, José Antonio Labordeta, sin dejar de sentirse cercano a la realidad rural aragonesa –siempre «hay que seguir al lado de la tierra»–, nos introduce en una etapa de su obra de características más urbanas; etapa en la que nos habla, por ejemplo, de su «viejo país que aúpa el vientre de ese Ebro tremendo que le salva a diario de dejar de existir», y en el que surgen nuevos paisajes como el de su barrio, o su canción "Zaragoza blues" grabada en 1985.

«Quieta en la orilla del río
espantada al tiempo
sujeta al desvarío
loca de calles locas
solitaria
con plazas deslumbradas
y paisajes al borde del silencio

Madrastra
madre inútil
invierno de un estío brutal sin primavera
y ese otoño dulcísimo
que afila las paredes de tus viejas murallas
cayéndose por todas tus ventanas.

La amo, la odio,
le tengo un cariño ancestral».
(“Zaragoza blues”)

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