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lunes, 6 de diciembre de 2010

CARLOS CANO. Primeros encuentros

El próximo día 19 hará diez años que falleció CARLOS CANO; con ese motivo, muy probablemente –y como es normal–, se alzarán muchas voces, sobre todo en Andalucía, recordando su vida y su obra, y reivindicándole como uno de los creadores más importantes de nuestra país en el siglo XX.

Yo, en este momento, no voy a reivindicarle porque creo que no es necesario. Por una parte, Carlos, antes de dejarnos, supo incrustarse en el corazón y en la sensibilidad de mucha gente que nunca podrá olvidarle; y por otra, pensando en el futuro y en las nuevas generaciones, ahí queda la inmortalidad de su obra que siempre será un referente de lo que es la auténtica "canción popular".

No obstante sí que quiero recuperar un tiempo, que fue muy importante para mi, en que compartimos, no ya una buena amistad –que la tuvimos–, sino la defensa y la difusión de su obra cuando fuera de Andalucía, y en la misma Andalucía, no estaba lo suficiente valorada y reconocida; situación que, a principios de los años ochenta era compartida y sufrida por muchos de los en aquel momento llamados "los cantautores" y que con frecuencia tiende a ser intencionadamente silenciada. Recuperación de un tiempo, en consecuencia, para reivindicar –como siempre procuro hacerlo– "la memoria contra el olvido".

Carlos Cano
(Foto: Juan Miguel Morales)
Conocí personalmente a Carlos en 1981 cuando viajó a Madrid para hacer la promoción de su disco "El gallo de Morón", creo recordar que fue a finales de mayo; yo entonces era responsable de la sección de música de la revista semanal "Noticias obreras". 

Su representante, que en aquellos años era Antonio Muñoz –al que por cierto todo el mundo ha olvidado, o ha decidido olvidar– me citó en la recepción del Hotel Abeba donde le hice una entrevista que al final se convirtió en una largar conversación.

A partir de aquel primer encuentro iniciamos una amistad desde la que fuimos diseñando una estrategia para conseguir que su obra –que yo admiraba y admiro profundamente– alcanzara una mayor difusión por toda España.

Dentro de esa estrategia le propuse escribir un libro en que se narrara su biografía y se incorporara todo su cancionero y que pudiera editarse simultáneamente a su próximo disco. Le hablé del proyecto a María de Calonje, buena amiga que dirigía en aquel momento la colección "Los juglares", de la Editorial Júcar, y acordamos que le presentaría el original de la biografía, para su publicación, a finales de 1982.

Inmediatamente empecé a mantener con Carlos largas conversaciones en Madrid y en Granada. Me eran imprescindibles para poder escribir. 

Lo más complejo, en un principio, fue conseguir penetrar en el "umbral de sus silencios" en lo referente a los primeros años de su vida. Carlos era muy reservado, y difícilmente dejaba que nadie "arañara" en su intimidad y en su vida privada.

Después de largas horas de conversación aproximando confianzas, y siempre respetando la voluntad de Carlos, decidí resumir esos primeros años de su vida –de los que poco se ha escrito– en un breve párrafo que tardé mucho tiempo en escribir. Una vez escrito lo leímos juntos varias veces, corregimos alguna cosas, y a final me dijo: "¡Adelante!".

Seguidamente –como aquella biografía está agotada, y es difícil de encontrar– me voy a permitir reproducir aquel párrafo que contenía, y que contiene, mucha complicidad y mucho afecto:

«Este es el contexto en el que se desenvuelven los primeros años de la vida del cantor granadino. Bajo un cielo luminoso y de infinitos matices de forma y de color, en las esquinas de un ciudad llena de misterios, colas de la leche americana con la abuela –mama Pepa–. Cultura de boca adquirida en torno a una mesa camilla en largos atardeceres y en noches de luna mora. Sueños de infancia, arco de Elvira, primera comunión, padre se ha largado, pajaritos de grandeza, la miseria. El mito de la izquierda, caballito de cartón. Identidad, pozo negro, corazón herido, "¡qué va a ser de mi vida!". Caciquismo e incultura, falsedad e hipocresía. O botones de un banco o legionario... Tensión, inquietud, retraimiento, incomprensión..., el sonido del agua en una fuente y los amigos que nunca lo fueron, "¿mi culpa soy yo?". Búsqueda de lo interior, "¿hay algo válido y sincero?"... "¡No encuentro!", "¿estoy ciego o es que un topo se comió el sol?", "me integro y no me integro, no puedo integrarme, ¡no quiero!"... Radio Pirinaica, la Pasionaria, Francisco Franco y ¡olé!, la Falange, ideología sentimental, odio y desprecio, mal estudiante, ¡no quiero! ¡no puedo! ¡no me da la gana!... Amargavidas, creador de problemas, follonero, vago, sin riendas... el problema, el conflicto. Búsqueda y rebeldía, inconformismo y soledad... 18 años... ¡Granada me encadena! ¡me ahogo!... el niño se va, la emigración... Cara o cruz con un amigo, "¿dónde nos largamos?"... Suiza, Holanda y Alemania... En principio tres meses, al final más de un año... "¿Qué va a ser de mi vida...?"».

Y desde ahí, con toda esa experiencia a la espalda, que conformó su fortaleza y su identidad luchadora, y con el apoyo de fieles amigo como Juan de Loxa, Carlos se fue creciendo a sí mismo; creciendo en humanidad y en sensibilidad, y creciendo en el arte, nada fácil, de crear e interpretar canciones fusionando la belleza y el desgarro, lo profundo y lo popular, su rebelión contra la injusticia y su canto a la esperanza y a la alegría de vivir.

Bueno, y por hoy ya basta, mañana, si me lo permitís, evocaré la publicación de aquella biografía, que coincidió, en 1983, con la edición de su disco "Si estuvieran abiertas todas las puertas".

2 comentarios:

  1. maravilloso recuerdo del inmortal carlos! maravilloso libro -tuyo- el que citas...

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  2. Gracias Fernando. Te mandamos un beso enorme.
    Amaranta

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