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martes, 8 de marzo de 2011

CENTENARIO DE GABRIEL CELAYA. Previos apasionados a un centenario - V


En este quinto "previo apasionado" dedicado a Gabriel Celaya, con motivo del "centenario de su nacimiento" me he decidido a narrar una anécdota que viví personalmente con él y con Rafael Alberti y que jamas he contado. Fue una situación original y muy entrañable que, de alguna forma. pone de manifiesto como era Rafael, y cómo era la relación que mantenían, entre sí, los dos grandes poetas.

Fue en 1985; en aquel momento me encontraba escribiendo los cuatro volúmenes de mi libro "VEINTE AÑOS DE CANCIÓN EN ESPAÑA (1963-1983)", y buscando el apoyo de personas del mundo de la cultura, ajenas al de la canción, que estuvieran dispuestas a respaldar con su palabra el valor y la importancia de la "nueva canción como un arma cargada de futuro".

En ese intento, conseguí que el primer volumen me lo prologara generosamente Antonio Gala; por otra parte había hablado con Celaya para que me prologara el tercer volumen, dedicado a los "problemas sociales"; y pensé que el segundo, centrado sobre los temas "del amor, la libertad y la identidad", tal vez podría prologármelo Rafael Alberti. (Era un hermoso momento de absoluta solidaridad en defensa de la democracia y de los derechos humanos).

Gabriel Celaya, Amparo Gastón, y Rafael Alberti.
Detrás de Celaya, el poeta Juan de Loxa.

Personalmente conocía muy poco a Rafael, solo habíamos tenido algunos contactos en el Instituto Cultural Andaluz, de Madrid, institución de la que yo formaba parte de su junta directiva.

En aquel momento el poeta vivía en un piso de la Plaza de los Cubos –en la zona madrileña de Princesa– y habitualmente, todas las tardes, bajaba a merendar, o a cenar, a la cafetería de un VIPS que había debajo de su casa. En la librería de aquel VIPS, vendían algunas de sus obras, y el poeta–casi siempre con gran amabilidad– solía firmar autógrafos a las personas que las compraban y le solicitaban una dedicatoria.

Una tarde decidí ir a aquella cafetería, acercarme al poeta y hablarle de mis libros y de la posibilidad de que me escribiera el prólogo del segundo volumen. Cuando vio que me acercaba pensó que era alguien que iba a solicitarle un autógrafo, lo que le hizo mostrarse sonriente y amable; pero cuando le expliqué quien era y lo que en realidad quería, no os podéis hacer ni idea del "cabreo" que se pilló; hasta llegó a llamarme "cuervo". Reacción que justificó diciéndome, a gritos, que lo estábamos explotando, que no le dejábamos en paz y que no le escribía un prólogo a nadie más, sobre todo si encima se lo pedíamos gratis.

El enfado fue tan grande que yo, para calmarle, ingenuamente le dije: «Rafael, no te enfades y perdona. Olvídate de lo que te he dicho y no te preocupes. Lo que haré es pedirle el prólogo a Celaya que seguro que me lo escribe»...

Cuando Rafael escuchó aquello su enfado creció más aún: «¡Celaya, Celaya!... ¡Claro que te lo escribirá!... ¡Y lo hará sin leerse el libro!... ¡Menudo es Celaya!». Y entonces yo, sin saber como salir de aquella situación intenté despedirme y largarme...; pero entonces, cambiando totalmente de tono, me dijo: «¡Déjame el manuscrito del libro y pasa mañana por mi casa. Te tendré preparado algo».

Al día siguiente fui a su casa, me recibió él mismo y nada más saludarme me dio un sobre y me dijo: «Toma, esto para ti, para que lo pongas en tu libro... Pero no lo abras ahora, ábrelo si quieres en el ascensor... Y que el prólogo te lo haga Celaya»... Nos despedimos, y nada más salir de su casa leí algo que me había escrito en el sobre, concretamente esto:

Abrí el sobre y me encontré con que lo que él llamaba "eso", era este hermoso dibujo –que ya conocéis–  rodeado de un pequeño poema que hablaba precisamente de la canción, del amor, de la libertad y de la indentidad; las cuatro palabras clave sobre las que giraba el contenido del libro.


De allí, inmensamente feliz, me fui directamente a casa de Gabriel y de Amparo... ¡No salíamos del asombro!... Al final utilicé el dibujo en la cubierta del libro, el prólogo lo escribió Celaya y completé el asunto con un epílogo de Antonio Gómez.

El día de la presentación Rafael y Gabriel –recordando esta historia, riéndose a carcajadas y metiéndose conmigo– me comentaron: «¿Ves?... Al final ha sido mejor así»... Y era verdad... Y allí se quedaron los dos, tan amigos, como si no hubiera pasado nada...; pero sí, sí había pasado algo importante: con su amistad, y con su generosidad, me habían hecho inmensamente feliz y habían dado un sólido y definitivo respaldo a la "canción de autor".

Este fue el resultado de aquella entrañable historia:


NOTA: Lee, al margen, la lista de artistas participantes con la que vamos a poder disfrutar el día 25 de Abril en la celebración de la fiesta-homenaje a Gabriel Celaya que vamos a celebrar, con motivo del Centenario de su Nacimiento.... Promete ser una fiesta inolvidable.

5 comentarios:

  1. Lucini,... ¡cómo disfruto con tus historias...!
    Gracias por contarnos estas anécdotas...
    Un abrazo.
    (ojalá pudiera ir a esa fiesta...)

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  2. preciosa historia, maestro...
    preciosa portada...

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  3. Fernando tengo en mis manos el 1º volumen, De la esperanza/apéndices, con una dedicatoria para Paco, cuando vengas te voy a llevar el 2º volumen, Libertad, identidad y amor, del que cuentas esta anécdota tan entrañable, para que me lo dediques a mi. Un abrazo.

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  4. ¡Qué historia tan maravillosa! Gracias por tu trabajo

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