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sábado, 21 de abril de 2018

MARIA DEL MAR BONET + JORDI BIANCIOTTO = «INTENSIDADES», O SEA, UN LIBRO PARA DISFRUTAR INTENSAMENTEN.

Maria del Mar Bonet fotografiada
por Juan Miguel Morales.

El periodista y escritor catalán Jordi Bianciotto ha escrito y publicado un precioso y recomendable libro dedicado a la vida y la obra de Maria del Mar Bonet, sin duda, una de las más grandes compositoras y cantantes de las que podemos disfrutar en la actualidad "de Mallorca al mundo". El libro ha sido publicado en catalán y en castellano con fotografías de cubierta y contracubierta de Juan Miguel Morales Lopez.
En "INTENSIDADES" –título del libro– podemos disfrutar del intenso y apasionante recorrido realizado por Maria del Mar Bonet en sus 50 años –ya– de creación musical y de un derroche de sensibilidad sin fronteras. Maria del Mar es, sin duda, un referente cultural –poÉTICO, musical y humano– imprescindible. Para mi, personalmente, Maria del Mar es parte inseparable y esencial de "mi vida entre canciones".

Fotografía de la cubierta de Juan Miguel Morales.

Desde otra perspectiva este libro posee el valor de la personalidad y de la calidad observadora, sensible y narrativa de su autor: Jordi Bianciotto. Jordi en "Intensidades" logra algo que a mi personalmente me parece esencial –y nada fácil– en una obra biográfica: traspasar los umbrales del silencio de María del Mar –superando lo puramente anecdótico– para ofrecernos una visión robusta del bellísimo ser humano que ella atesora. En "Intensidades" la vida vivida por Maria del Mar, la realidad en la que esa vida ha ido siendo vivida, y su obra escrita y cantada, se hermanan y se funden ofreciéndonos un testimonio vital en el que merece la pena mirarse pa poder seguir "palante". En síntesis, un libro muy recomendable para el disfrute de los que admiramos y amamos la obra de Maria del Mar Bonet, y para alimentar y reforzar la fe y la esperanza de quienes creemos, y estamos convencidos, de que el futuro del mundo y de la humanidad se llama belleza, sensibilidad, solidaridad y ternura; cualidades que Maria del Mar derrocha a golpes de voz y de canto.

jueves, 19 de abril de 2018

domingo, 15 de abril de 2018

"MI VIDA ENTRE CANCIONES". Capitulo 26.



Escribo este capítulo en un momento en el que su principal protagonista, Luis Eduardo Aute, está recuperándose poquito a poco del infarto que sufrió hace unos meses. Es por esto que, antes de nada, quiero que vuele desde estas páginas un enorme y tierno abrazo para él. Y, prendido a este abrazo, mi agradecimiento por lo mucho y muy hermoso que, desde hace años, me vienen regalando sus canciones y su amistad.

La última vez que nos encontramos, relajados y con tiempo para charlar, fue con motivo de la grabación del quinto capítulo de la serie de televisión Y la palabra se hizo música que realicé para RTV/UNED. El capítulo titulado «Arte y canción». Lo grabamos en su estudio de pintura y al verle charlar con los técnicos, al escuchar la entrevista, observando el movimiento y la expresividad de sus manos en su rinconcito de trabajo, me reafirmé una vez más en que lo más bello que en este momento atesora Eduardo es la madurez; una madurez humana que se proyecta en toda su obra.


Me refiero a una madurez consciente y crítica; a la madurez entendida como sabiduría adquirida en el día a día del vivir cotidiano, con sus luces y sus sombras; a la madurez para percibir la realidad con serenidad y, a la vez, en profundidad; a la madurez que rearma y da vuelos de altura a su libertad; a la madurez que embellece, que depura y va dejando el rastro de la esencia y lo esencial; a la madurez que intensifica la urgencia de vivir apasionadamente lo que aún quede de camino; a la madurez, manifiesta en particular en su último disco El niño que miraba el mar, que le permite volver a las raíces de su identidad, encararse y pedirle cuentas al mismísimo Dios y, desde ahí, seguir creyendo y buscando luz en nuevos horizontes, seguir luchando por aquello que siempre ha creído… A fin de cuentas, la elocuente madurez que surge de su humildad y su sencillez. 

A mí, la vida me ha hecho el regalo de poder sentirme cerca de Eduardo en todo su vuelo hacia esa noble y ejemplificadora madurez de la que muchos creadores actuales deberían aprender.


Nos conocimos a mediados de los setenta y desde entonces hemos compartido momentos y situaciones que han sido muy importantes en «mi vida entre canciones»; por ejemplo, poder haber escrito su biografía en 1987. Biografía que fue publicada, junto a dos LP's, por el Círculo de Lectores dentro de una serie de libro-discos titulados genéricamente Testimonios musicales.

La idea de esta biografía nació en la madrugada del 10 de octubre de 1986. Aute acababa de presentar su doble disco 20 canciones de amor y un poema desesperado en Madrid y, al terminar el concierto, a la salida, me presentó a uno de los directivos del Círculo de Lectores y me preguntó a bocajarro si estaba dispuesto y me apetecía escribir un libro sobre su trabajo. Un libro biográfico que publicaría el Círculo junto a una antología de sus mejores canciones.

Mi reacción inmediata ante aquella solicitud de Eduardo fue un sí rotundo. Recuerdo que me hizo tan feliz la propuesta que aquella misma madrugada la anuncié por la radio. Al día siguiente me puse a trabajar en el proyecto. 

Me apeteció empezar seleccionando las canciones que podrían ir en los dos discos que acompañarían al libro a modo de antología básica. Nunca resulta fácil hacer una selección de una obra tan amplia como la suya en la que además casi todo te entusiasma. Aute en aquel momento ya había publicado trece LP's. Al final, después de pensarlo mucho, me quedé con 22 canciones (11+11). 

Una vez realizada la selección, llamé a Eduardo y quedamos en su casa para revisarla. Le pareció correcta y aquella misma tarde tuvimos una larga primera sesión de trabajo para poder comenzar a redactar su biografía. Para mí iba a ser una experiencia inolvidable y hermosa porque supondría descubrir y sentir de primera mano la infancia, la adolescencia, la juventud y, en fin, la vida entera de un ser humano (compositor, poeta, pintor, cineasta y ¡qué se yo!) al que admiraba profundamente.

Fueron bastantes días de vernos, charlar, buscar y seleccionar fotografías, descubrir apuntes y dibujos casi olvidados en viejas carpetas; días de paseos y relajadas comidas en la Quinta de la Fuente del Berro; días de evocaciones compartidas; de escribir y conocernos un poquito más, de ir estrechando renovados lazos de amistad.

Finalmente, el libro se incluyó en una preciosa caja junto a los dos discos y se publicó en 1987. Lástima que al tratarse de una edición exclusiva para socios del Círculo de Lectores se agotó nada más anunciar su salida. Nunca se reeditó.


Aquella experiencia fue muy hermosa. Me permitió conocer y admirar muy a fondo la obra de Luis Eduardo Aute y dedicarle diez años después un «retrato íntimo» que en este momento me apetece compartir:

«Me encontré con él y con sus canciones en el tiempo en el que buscábamos, desesperadamente, "rosas en el mar" (“los pies desnudos, la voz al viento; las manos limpias, la sangre ardiendo”) y clamábamos al firmamento: "La verdad, ¿dónde estará la verdad?"...

»Lo recuerdo muy bien, fue para mí como "una llama que apartó tinieblas en los claroscuros de mis pensamientos"; incendió "la vida que fluye en las ramas del árbol que llevo en el cuerpo" y "resucitó mis músculos dormidos" (sed de sentimientos); me enseñó a escuchar "la débil voz y el inexorable latido que brota del hombre que nunca quiso ser máscara del hombre", y entré en su "templo encomendando mis espíritu al vientre consumado de mi bien amada".

»Enganchado a sus canciones, descubrí que la vida es "rito", "sarcófago" y "espuma"; que es "alma", "fuga" y "nudo"; ternura, deseo y desamor (“enamorarse o morir”); pasión y laberinto de tinieblas (“cuerpo a cuerpo”); "esfera del azar, fe de armonía"; "milagro de la luz en las pupilas”; querencia, alevosía y arrebato; "¡A vivir, que la vida no es medida ni porvenir!, que queda todo, todo, todo por sentir".

»Él se negó a "ser tiempo en el espacio" apuntalando un mar (promesa de libertad) que es como "un niño que canta sobre cuarenta prisiones" (“un niño que se despierta como una ola gigante; lleva en el puño una perla y un coral rojo en la sangre”); él aprendió del niño-Pablo los secretos de "Albanta", donde "el amor es la flor más perfecta que crece en el jardín"; y convencido radical de que "el fuego es el orden", emprendió su inexorable batalla "al alba, en pie de guerra y con un beso por fusil" (“habrá que hacer acopio de fusiles que disparen girasoles"; Van Gogh, desde su nube, está dispuesto a descargar "bombas de flores”).

»Alguien le dijo: "Mira, Eduardo, no te esfuerces, déjalo estar; ayer amores, hoy ni flores”; estuvo unos instantes con la vida arriada, perdido en laberintos de "quién soy yo y a dónde voy", pero pronto (irreversible militante de la belleza) recordó: "Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento”, y así, con su coherencia personal (esa coherencia solidaria, sensible y apasionada que nunca le abandona), aquí sigue: manteniendo su empeño de "combatir molinos" (“creyendo que la razón, sin el ensueño, produce desatinos”); huyendo de las prisas (“yo quiero amarte paso a paso, con pausas insumisas”); descaradamente sacrílego frente a la hipocresía y el poder (“sé bien que no es la mano del Rey Midas la que vendrá a salvar mi naufragado corazón”); y hermosamente inmoral contra la moral de los que persisten en el empeño de "acribillar latidos para que suenen relojes" (“aunque me expulsen de sus paraísos, no pienso doblegarme a sus avisos... ¡no quemarán mis alas!”).

»Alas trazadas en palabras que no cesan de danzar "siguiendo la singladura que un albatros le marcó"; alas en la desnudez y en la pasión de sus pinceles; alas en cada una de sus secuencias cuando penetra, enamorado y atrevido, en el lenguaje cinematográfico (últimamente en el lenguaje de la animación); alas de amigo entrañable al que es imposible dejar de querer.

»Necesito confesaros
antes de decir adiós
que mi voz quiere ser vuestra
como es mía vuestra voz
compartiendo sentimientos
de alegría y de dolor
todas las contradicciones
que padece la razón.
("Entre amigos”)».

sábado, 7 de abril de 2018

lunes, 2 de abril de 2018

"MI VIDA ENTRE CANCIONES". CAPÍTULO 25.



La radio me ha seducido desde siempre. Siendo niño, ya lo he contado anteriormente, me pasaba horas y horas escuchándola. Era mágica. Recuerdo que ni siquiera la llegada de la televisión a Jaén pudo con ella; la radio siempre estuvo ahí, acompañándome y, sobre todo, alimentando mi imaginación. Quizá ahí radique una de las fuentes de mi naturaleza soñadora, de la que me siento muy orgulloso, y a la que no renunciaré jamás. «Sueño, luego existo»; convicción que le dio título a otro de mis libros, escrito y publicado en 1996.

Lo que no podía imaginarme entonces, radioyente niño y adolescente, era que, con el paso de los años, iba a hacer muchas horas de radio y aquella seducción inicial se iba a ir transformando en la convicción absoluta de que la radio es un medio de comunicación imprescindible en muchos sentidos, pero muy especialmente para la difusión y el conocimiento de la «canción de autor» y la posibilidad de que cualquier persona pueda disfrutarla en la situación más insospechada.

Estoy convencido de que para que un cantautor, una de sus canciones o uno de sus discos, tenga éxito y pueda ser disfrutado por el mayor número de personas posible, es imprescindible que se le «escuche» (que es distinto a que se le oiga); y para eso de «ser escuchado», considero que no hay mejor medio que la radio. De ahí que, a lo largo de «mi vida entre canciones», hacer radio haya sido y siga siendo, uno de mis más importantes objetivos; mucho más que escribir un libro o incluso hacer un programa de televisión.


Mi primera experiencia radiofónica fue en el verano de 1982. Demasiado fugaz, pero muy importante. En aquel momento, Gonzalo García Pelayo era director de musicales de Antena 3 Radio y nos propuso a Bernardo Fuster y a mí hacer un programa al que llamamos Las voces de la música, que se emitiría los sábados. Experiencia inolvidable pero ya digo que fugaz porque, pasado el verano, llegó «Supergarcía» y se acabó. Nos echaron. Que yo recuerde, no llegamos a hacer ni seis programas. Seis programas monográficos sobre cantautores en los que Bernardo se centraba en la música y yo más en los textos.

Trabajar con Bernardo fue un placer. De allí surgió nuestra gran amistad. Bernardo, exiliado en París durante los últimos años del franquismo, había sido un gran luchador por la libertad y había grabado dos discos firmados con el seudónimo de Pedro Faura: Manifiesto (1974) y Volver, no es volver atrás (1975), dos obras históricas y clave en la memoria de nuestra «canción de autor». Posteriormente, ya en España, creó junto a Luis Mendo el grupo Suburbano. Justo el año en que hicimos aquellos programas en Antena 3, Suburbano acababa de grabar y publicar su tercer LP, Danza rota.

Pasados tres años, en 1985, tras la edición de los dos primeros volúmenes de Veinte años de canción en España, la dirección de Radio Popular de Madrid (COPE) me propuso realizar para toda su red de emisoras un programa diario de media hora dedicado a la «canción de autor»; propuesta que me supuso un reto muy grande: adentrarme yo solo en una aventura ciertamente seductora y deseada, pero, a la vez, nueva y bastante desconocida. 

Sin pensármelo mucho, acepté el reto y enseguida me puse manos a la obra con la imprescindible ayuda de Anacleto Rodríguez Moyano, una persona clave en la emisora que siempre estuvo a mi lado enseñándome, aconsejándome y dándome mucha fuerza e ilusión. Por cierto, Anacleto, por aquellos años, escribió y se autoeditó un libro magnífico titulado Concha Piquer. El nombre de la copla (1988), cuyo proceso de creación tuve el enorme placer de vivir intensamente.

En 1987 mi hijo Javier me sorprendió
con este dibujo.

A aquel primer programa de radio en solitario lo titulé Donde la palabra se hace música y empezó a emitirse a partir de septiembre de 1985, de lunes a viernes, desde los estudios de Radio Popular, que entonces estaban en la calle Juan Bravo 48 de Madrid. Al principio salía en antena de nueve y media a diez de la noche. Franja horaria muy complicada porque era una especie de puente entre el programa de Encarna Sánchez y los informativos que se emitían después. 

Sobre todo durante el primer mes, cuando entraba en el estudio y me sentaba frente al micrófono, era plenamente consciente de que se iba a producir un tránsito de audiencia entre los miles de seguidores de Encarna y los amantes de la «canción de autor» que, por lo general, no eran coincidentes. Fue un auténtico reto y, en ese sentido, podría contar muchas anécdotas, algunas lamentables, otras divertidas.

Un día, por ejemplo, en uno de los programas que dediqué al amor, puse la canción «El insecto», del disco Los versos del capitán de Olga Manzano y Manuel Picón. Bellísima canción creada a partir de un poema de Pablo Neruda que dice: «De tus caderas a tus pies quiero hacer un largo viaje». Pues bien, al día siguiente, cuando llegué a la emisora, tenía en mi casillero una nota del director pidiéndome que pasara por su despacho. Resulta que había llamado la madre del obispo de no sé dónde, seguidora de Encarna, protestando y denunciándome porque, según ella, mi programa era pornográfico. Evidentemente, a aquella señora lo del viaje corporal de Neruda no le había gustado (¡cuerpo, placer y pecado!, trilogía inseparable que siempre he maldecido). Le expliqué al director que era un texto de Los versos del capitán de Neruda y, afortunadamente, el asunto no tuvo mayor trascendencia. Lo que sí es cierto es que cada vez que ahora escucho la canción de Olga y de Manuel me acuerdo irremediablemente de aquella anécdota y los versos de Neruda me parecen cada vez más bellos y excitantes.

Otro día me ocurrió algo tremendamente divertido, pero de signo contrario. En el programa de Encarna había un espacio (creo recordar que un día a la semana) que se llamaba «La mesa camilla» en el que participaban varias de sus amigas famosas, entre ellas Marujita Díaz. Una vez acabado el programa, solían bajarse a tomar copas al bar gallego que estaba junto a la entrada de la emisora. Una noche, cuando yo ya salía para irme a casa, me encontré con Marujita en la puerta del bar y me dijo: «Me gusta mucho el programa que haces, sobre todo hay una canción que pones con frecuencia que me encanta y me coloca; es una que dice: “Toma de mí todo y métemela bien”». Evidentemente, la pobre Maruja o no había escuchado bien la canción o la escuchaba como a ella le hubiera gustado que fuera. Se refería a la bellísima canción de Silvio Rodríguez «El sol no da de beber» y a su estribillo que, en realidad, dice: «Toma de mí todo y bébetelo bien».

Pese al horario y a las dificultades iniciales, el programa se fue haciendo poco a poco con una audiencia importante y al año siguiente, a finales de junio de 1986, la dirección de Radio Popular decidió cambiarme la hora de emisión. Donde la palabra se hizo música pasó a emitirse todos los días de once a once y media de la noche, o sea, después del informativo. El cambio fue importante, encajaba mejor con otro tipo de audiencia y se notó. Empezamos a volar mucho más alto.

Donde la palabra se hizo música fue un programa en el que, siempre con el protagonismo de la «canción de autor», a la que ya por entonces consideraba un género musical y poético con características propias, realicé muchas experimentaciones: desde crear monográficos dedicados a nuestros grandes poetas musicalizados y cantados a contar fábulas y cuentos (como La cigarra y la hormiga o El hombrecito vestido de gris, de Fernando Alonso) acompañados de canciones; darle voz cantada a las noticias y los acontecimientos cotidianos que nos traían los informativos; abordar situaciones o problemas sociales como la pesca, la agricultura, la vida en la ciudad o la emigración; presentar discos; entrevistar a cantautores; dedicar programas enteros a cantarle sencillamente a la vida cotidiana y a los valores, grandes y pequeñitos, en los que siempre he creído: el amor, la libertad, la esperanza, la solidaridad, la ternura, la igualdad, la compasión o la misericordia. En resumen, abrazar y celebrar la vida con canciones.

Aquellos programas me dieron muchas y muy emocionantes gratificaciones. Recuerdo, por ejemplo, la serie de cuatro programas que dediqué a la emigración. Los escuchó en antena Eduardo Sotillos, que en aquel momento era Director de Radio Nacional de España, y le gustaron mucho, tanto que habló con el director de la COPE para que le permitiera emitirlos por Radio Exterior de España en el mes de agosto de 1986. Así fue y durante aquel mes recibí cientos de cartas de emigrantes, sobre todo desde Latinoamérica, agradeciéndome que nos hubiéramos acordado de ellos desde el lenguaje de la música y la sensibilidad. Y es que el duro zarpazo de la emigración ha sido uno de los temas más y mejor fotografiados por nuestro canto popular.



Otra de aquellas gratificaciones, quizá la más emocionante por lo que tuvo de inesperada, la experimenté el 22 de agosto de 1986. Aquel verano, como tenía que hacer el programa de lunes a viernes, alquilamos una casa en Los Molinos, un precioso pueblo de la sierra madrileña, para poder bajar diariamente a Madrid.

Como todos los días, aquel 22 de agosto salí temprano de casa para comprar el pan y el periódico. En aquel momento leía habitualmente el diario El País. Hice mi acostumbrada parada en un bar que se llamaba El Tropezón y, mientras me tomaba mi cafetito, hice una primera lectura rápida de los titulares.

De repente, en la columna dedicada a la radio en las páginas culturales, me encontré con un artículo que ocupaba toda una columna titulado «Sol de noche». Me entró la curiosidad y me puse a leerlo. Resultó que (y os prometo que me pilló totalmente por sorpresa, no podría ni haberlo soñado) el artículo estaba dedicado a mí y a mi programa de radio. Lo firmaba el escritor Ángel García Pintado, al que no conocía personalmente, y decía así:

«Hay otras maneras de poner discos, alejadas de las adormideras vociferantes de los superventas. Se puede comprobar escuchando Donde la palabra se hace música que dirige y presenta Fernando Lucini de lunes a viernes por la COPE. Durante media hora, a partir de las once de la noche, el dial situado al este del Edén invoca insistentemente la llegada del sol en plena noche. Se trata del Edén del cantautor trascendente expresándose en lengua vernácula. El pinchadiscos resulta tan atípico como las canciones convocadas; sus comentarios breves, intensos y sentidos se mueven entre la depresión y la esperanza, la melancolía y el regocijo de la fe. Por el tono general se podría deducir que nos hallamos ante unos ejercicios espirituales de la posmodernidad metafísica, una especie de catequesis melódica que nos augura la salvación por deleitables caminos reflexivos.

»El paraíso perdido se encuentra al final del laberinto. Se pasa por momentos difíciles "en que la niebla nos ciega" y "nos sentimos confundidos con el gris de las aceras, momentos de tanta ceguera que llegamos a ignorar el porqué y el para qué de todo lo que somos y de todo lo que hacemos". Entonces Silvio Rodríguez canta "yo no sé por qué estoy cantando y por qué estoy viviendo, etcétera...". A ello sucede esa voz que puede surgir invitándote a dejar de mirar la vida en blanco y negro y que te arenga a que el arco iris sea tu color ("cuéntame la vida en technicolor, ponle color a tus angustias...", porque "la vida está tan bonita que da gusto verla". Verso de Serrat que Lucini sabe hacer como nadie carne de su carne, que parece nacer de sus entrañas.

»El guión del programa presenta el ritmo y la estructura de un poema y llega a conseguir la unidad de una misa. Obseso del sol de medianoche, el sacerdote cultiva entre sus feligreses esa promesa convertida en "leit-motiv", en fijación casi paranoica. Es tan disculpable esa manía como incuestionable que Lucini nos quiere a todos por igual, nos quiere reunidos en el lugar amplio y generoso en el que ya se escuchan campanas: "Escúchalas en ti mismo, tañen de alegría, son las campanas cristalinas de la ermita de la vida".

»No se conforma con una relación distante, pasiva o profesional con sus feligreses. Advierte que quiere sentir sus latidos en la noche, saber quiénes son, uno a uno... Alienta contactos epistolares que alberguen confesiones íntimas. Ellos responden a la llamada –¿cómo dejar de hacerlo?– y le mandan cartas que hablan de amistad "nacida al rescoldo mágico de una voz y unas canciones".

»El oficiante vuelve cada noche con la misión de unir en la esperanza y en el despertar de un nuevo día, para "hacer de la desdicha suerte y así poder caminar hasta el momento de la muerte...". Tanta comunión podría resultar empalagosa, pero las dotes indudablemente taumatúrgicas de este comunicador, en alianza con una selecta e inspirada elección musical, hacen inviables empalago y ridículo. Más bien constituye un oasis radiofónico donde podría estar naciendo una nueva secta: oídos sentimentales en espera de que "cualquier noche pueda salir el sol"».

Tras la lectura del artículo me quedé como en una nube. Ángel García Pintado, sin conocerme de nada, había captado a la perfección lo que yo deseaba y quería hacer en la radio. Sin saberlo, se convirtió en el máximo impulsor de los siete años de trabajo más hermosos y más importantes de «mi vida entre canciones», mis primeros siete años de radio. De 1985 a 1992.

Un día, no recuerdo muy bien la fecha exacta, la Cadena COPE se trasladó de su pequeña y entrañable emisora de Juan Bravo a una nueva sede de lujo situada en los bajos de la calle Alfonso XI número 4. ¡Qué casualidad! ¡Era el mismo edificio en el que viví recién llegado a Madrid, siendo responsable del Junior!

Fue entonces cuando la dirección de la cadena me propuso que pensara en un nuevo programa para los fines de semana (viernes y sábado) que durara dos horas. Se emitiría en directo de once de la noche a una de la madrugada. 

Aquello significó para mí un nuevo reto de mucha responsabilidad y, a la vez, una tremenda satisfacción por haber encontrado al fin un amplio espacio radiofónico al que poder dar vida dedicado a la «canción de autor» a la que tanto respeto y amo.

Puse en marcha la imaginación y se me ocurrió crear un programa que se seguiría llamando Donde la palabra se hace música, al que cada semana acudiría un cantautor para hablar serenamente de su obra y en el que poder disfrutar sin prisas de sus canciones. 

El proyecto fue aceptado y durante un tiempo me hice cargo de él en solitario hasta que un buen día tuve el placer y la enorme suerte de compartirlo con una periodista y gran profesional de la radio, Ana García Lozano. Amiga entrañable de la que guardo muchos y muy lindos recuerdos. Cuando Ana tuvo que dejar el programa decidí cambiarle de nombre y pasó a llamarse La isla del hombre libre

Con Ana García Lozano.

Por Donde la palabra se hizo música y la Isla del hombre libre pasaron y nos dejaron sus canciones grandes compositores e intérpretes de la «canción de autor» y de la música popular. Entre ellos, Paco Ibáñez, Jaume Sisa, Alberto Cortez, Quico Pi de la Serra, Amaya Uranga, Imanol, Karlos Jiménez, Joan Isaac, Rogelio Bontanz, Marina Rossell, Rosa León, Manuel Gerena, Pablo Guerrero, Luis Pastor, Paco Ortega e Isabel Montero, Carlos Montero, Menese, Javier Krahe, Chicho Sánchez Ferlosio, Julia León, Elisa Serna, Eliseo Parra, Xabier Ribalta, Carlos Cano, Manuel Picón y Olga Manzano, Lluís Llach, León Gieco, Ángel Parra, Claudina y Alberto Gambino… e incluso una noche, a través de una conexión telefónica, el mismísimo Leonard Cohen

Maravillosa experiencia que duró hasta 1992, cuando llegó por segunda vez (¡qué casualidad!) «Supergarcía» atrincherado por bemoles a «sus» fines de semana y, después de siete años de trabajo, me pusieron de patitas en la calle. Por supuesto, sin ningún tipo de derecho ni posibilidad de reclamación. 

Hoy he recuperado algunos de aquellos programas y gracias a Ramón Moratalla hemos podido digitalizarlos y montarlos en formato vídeo. Pueden escucharse en la sección «Sol de noche» de mi blog Cantemos como quien respira.

Cinco años más tarde, siendo César Antonio Molina director del Círculo de Bellas Artes, recuperé durante un año el programa La isla del hombre libre en Radio Círculo de Madrid.

Más recientemente, como la radio sigue seduciéndome de forma irresistible, realicé en 2015 una corta colaboración con Isabel Gemio en el programa Te doy mi palabra de Onda Cero; corta porque, aunque fue ella la que me reclamó y ya nos conocíamos de antes, no debió gustarle lo que yo podía aportar al programa y, con su tono habitual, me hizo llegar a través de su productora la decisión de que ya no contaba conmigo para la siguiente temporada.



Ahora, mientras escribo, me siento absolutamente feliz colaborando con José Antonio García y todo su equipo en el programa Esto me suena. Las tardes del ciudadano García. Feliz por haber recuperado un espacio radiofónico dedicado a la «canción de autor», feliz por la libertad y la buena marcha que García y David Sierra me vienen regalando cada viernes, y feliz en particular porque, una vez más, compruebo, semana a semana, que hay una enorme cantidad de oyentes (o mejor «escuchantes») que reclaman la obra de nuestros cantautores y a los que les gusta tanto como a mí: los de antes y los más jóvenes. O sea, feliz porque tengo un nuevo argumento demoledor para poder contradecir a esos enterradores que se siguen empeñando en que esto de la «canción de autor» es decadente y aburrido y está de capa caída. Pues miren ustedes: ¡No! Aquí seguimos y aquí seguiremos «cantando como quien respira».

miércoles, 28 de marzo de 2018

martes, 27 de marzo de 2018

DISCOS RESCATADOS: "CANTO RODADO". MANUEL PICÓN Y OLGA MANZANO CANTAN A PEDRO LEZCANO.

Hoy en mi muro de facebook he compartido una buena noticia: Tras un encuentro celebrado en Madrid con Olga Manzano, con Carmelo Ramírez –Consejero de Gobierno del Cabildo de Gran Canaria– y con Josefa Milán –Coordinadora del proyecto Gran Canaria Solidaria–, hemos puesto en marcha la posibilidad de remasterizar y recuperar el disco «CANTO RODADO», último disco que grabaron OLGA MANZANO y MANUEL PICÓN –como dúo– dedicado, de forma monográfica, a la obra del gran poeta canario PEDRO LEZCANO.

Josefa Milán, Fernando González Lucini, Olga Manzano
y Carmelo Ramírez en torno al recuerdo de Manuel Picón
y del gran poeta canario Pedro Lezcano.

Con referencia a ese disco sobre poemas de Lezcano, el pasado mes de enero de 2016 publiqué, en este mismo blog, un "cuelgue" que en este momento me parece oportuno retomar y actualizar sobre todo a partir de la muy buena noticia de su próxima recuperación. En aquel cuelgue decía:

Entre la discografía de Olga Manzano y Manuel Picón hay un disco muy importante que es prácticamente inédito y que merece la pena rescatar. Me refiero al último que grabaron juntos –en 1993– antes de que muriera Manuel. Fue un disco dedicado al poeta canario PEDRO LEZCANO en el que Olga y Manuel musicalizaron y cantaron diez textos del poeta y Pedro recitó dos de sus poemas; disco titulado «CANTO RODADO».

Cuando Pedro Lezcano tuvo noticias de que Manuel Picón estaba preparando este disco –en aquel momento Pedro era "Presidente de Cabildo Insular de Gran Canaria"– le escribió una carta que conservo en mi archivo y que en este momento tengo la fortuna de poder compartir con todos vosotros y vosotras aquí donde "CANTAMOS COMO QUIEN RESPIRA"


Copio seguidamente el texto de la carta para facilitar su lectura: 

«Las Palmas, 22 de noviembre de 1992 

Admirado amigo: Hace tiempo me habían dicho que estabas musicalizando alguna letra mía, y tu carta me ha dado la alegría de confirmarlo. Huelga decirte que espero con orgullo e impaciencia poder escuchar esas canciones. En el libro mío que tienes hay un romance de valor general, ése que empieza: "Que no me pida la licencia / quien quiera cantar mis versos / mis palabras son de todos / si no ¿para qué las quiero?".

Durante los últimos diez años he ido convirtiendo la poesía en vehículo de comunicación, relegando su otro aspecto de investigación lingüística, a veces ante auditorios multitudinarios (como las 20.000 personas en la Casa de Campo de Madrid durante un festival por la paz). ¡Como he echado de menos la música y la voz que tú y Olga sois capaz de dar a cualquier texto! Es por lo tanto obvio que, habiendo dado un permiso general para utilizar mis versos a cualquier cantor, tratándose de artistas de vuestra talla lo haga con satisfacción incondicional. Corroboro, pues, el telegrama que te envié.

Quiere esto decir que apruebo igualmente los cambios de letra que la música te aconseje. Solamente te agradecería que en el cuarto verso del poema "Romance en marcha" que has elegido, corrigieras una errata del libro, cambiando la palabra "claras" que es una repetición, con lo que quedaría así: "...un hondo ataúd oscuro con clavos de estrellas blancas".

Y nada más. Recibe mis mejores deseos de salud y de éxito. Un doble abrazo de vuestro amigo: PEDRO LEZCANO.»

Hasta aquí, todo normal y bien lindo, pero el hecho es que ese disco, que se grabó y se editó en una empresa canaria llamada "Jesiisma" –con la colaboración del Ayuntamiento de Telde y Santa Lucía de Gran Canaria– jamás le llegó a Olga y a Manuel y es una obra prácticamente inédita.

También hay que decir que este proyecto de Olga y Manuel Picón sí que se presentó en Gran Canaria en un concierto en el que participó Pedro Lezcano leyendo algunos de sus poemas. De aquel concierto, Olga conserva esta imagen, ahora compartida con todos los amigos y amigas del blog:

PEDRO LEZCANO recitando uno de sus poemas
y OLGA MANZANO y MANUEL PICÓN aplaudiendo.

Hoy, VEINTICINCO AÑOS MÁS TARDE,  gracias a Carmelo Ramírez y Josefa Milán he recuperado aquel maravilloso "CANTO RODADO", y vamos a poder ganarle un nuevo "PULSO AL OLVIDO" remasterizando y volviendo a editar aquella joya discográfica. Muy pronto podremos disfrutarla, motivo que me produce una gran emoción y una inmensa alegría.

COMPOSITORES, POETAS Y CANTANTES «INCOMPLACIENTES» de AYER, DE HOY Y PARA SIEMPRE": «A CARICIA DA SERPE»

A CARICIA DA SERPE . Grupo poético-musical surgido en A Coruña en 1998 como iniciativa del escritor gallego Lino Braxe , fallecido en 2020...