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lunes, 9 de septiembre de 2013

VIOLETA PARRA II - DE LA TRADICIÓN A LA INNOVACIÓN PARA CANTARLE A LA VIDA

Violeta Parra.
En 1932, cumplidos los quince años, Violeta Parra se trasladó a Santiago. donde inicialmente vivió con su hermano Nicanor.

Nada más llegar a Santiago, se matriculó en la Ecuela Normal y obtuvo el título de profesora, actividad profesional que no ejerció porque, en realidad, lo que ella deseaba era dedicarse plenamente a la música.

Por aquellos años, en Santiago, Violeta formó un dúo con su hermana Hilda, al que llamaron Las Hermanas Parra, y juntas empezaron a cantar por diferentes boliches santiagueños como El Popular o El Tordo Azul. Su repertorio lo integraban canciones populares españolas, chilenas y latinoamericanas en general, que estaban de moda en aquel momento.

Una de esas canciones fue el vals popular chileno titulado "Ven", que podemos escuchar en el siguiente vídeo:


En 1938, Violeta conoció a Luis Cereceda, trabajador ferroviario, con el que contrajo matrimonio. De aquella relación nacieron dos de sus hijos: Isabel (1939) y Ángel (1943), de quienes hablaremos más adelante.

Nada más nacer Ángel, por razones laborales del padre, la familia tuvo que trasladarse, primero, a Valparaíso, y, posteriormente, a Llay-Llay, comuna perteneciente a la provincia de San Felipe de Aconcagua, en la región de Valparaíso.

Violeta Parra con su hijo Ángel.
Durante esos años –entre 1943 y 1948–, Violeta continuó cantando con su hermana Hilda, con la que grabó varios discos, en la compañía RCA-Víctor, que contenían sobre todo valses –como el escuchado anteriormene–, cuecas y corridos del folklore chileno; formó parte también de la compañía de teatro dirigida por Doroteo Martín –con el nombre artístico de Violeta de Mayo–; ganó un concurso de canto español en el teatro Baquedano, de Santiago; y montó un espectáculo basado en cantos y bailes españoles en el que, aunque muy niños, participaron con ella sus hijos Ángel e Isabel.

En 1948, Violeta se divorció de Luis Cerceda, y dos años después volvió a casarse con Luis Arce –maestro mueblista y tenor de ópera y de zarzuela–, con el que tuvo otros dos hijos: Carmen Luisa y Rosita Clara.

Tras aquel segundo matrimonio, el dúo Las Hermanas Parra se disolvió, y Violeta decidió darle un giro total a su actividad artística  como investigadora, como creadora y como intérprete. Este giro se produjo a partir de 1953, y en él influyó decisivamente su hermano Nicanor.

Nicanor Parra.

José Antonio Eppe –profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad de Oregón–, cuando se refiere a esa influencia, formula estas reflexiones:

«Nicanor intuyó que una de las posibilidades de recuperar el equilibrio entre la tradición de la vida arraigada al espacio agrario de la provincia y la sociedad moderna era rescatar las vivencias sociales y culturales del campo, no para propiciar un regreso a un pueblo arcádico, mitificado, sino como una opción de rearticulación de propuestas humanas a salvo de la alienación de la modernidad urbana. Junto con ello, se dio cuenta de que quien tenía la mejor opción de acometer esta empresa, por su sensibilidad casi ingenua y, sobre todo, por su talento natural, era su hermana Violeta, que había llegado del campo a la gran ciudad en busca de una profesión. Es, por tanto, Nicanor Parra quien alienta a la cantante popular en ese paso decisivo, no sólo convenciéndola para que regrese al campo a investigar en las fuentes folclóricas para reformular su repertorio, sino estimulándola a leer algunos textos fundados en la cultura popular».

Y así fue como Violeta Parra, siguiendo las indicaciones de su hermano, inició todo un interesantísimo trabajo de investigación sobre el folclore chileno desarrollado en dos fases complementarias:

Primero, viajó por todo Chile para rescatar en vivo, de la memoria y de la voz del campesinado, cientos de cantos populares que estaban a punto de perderse o de ser olvidados, cantos que sometió a un proceso de actualización y de divulgación reinterpretándolos, es decir, devolviéndoselos al pueblo chileno en su propia voz y con su especial sensibilidad.



«Son tus ojos los que busco,
no los encuentro;
son tus labios los que quiero
ver sonreír,
pero ellos me son tan ingratos,
pero ellos se burlan de mí, es así.

Solo quiero decirte un secreto,
solo quiero mi dicha expresar,
solo quiero cantar los cantares
que repiten las olas del mar.

Un amor que tú me diste,
yo lo conservo,
grabado en mi memoria
siempre estará.
Un recuerdo del alma te pi’o:
no me olvides, no te olvidaré, es así».
(Popular chilena)

Fruto de aquella primera fase de su investigación, Violeta tomó conciencia, a la vez, de que la cultura rural del pueblo chileno abarcaba mucho más que el puro folclore musical; era una cultura en la que se integraban –de forma globalizada– otras actividades y manifestaciones como la artesanía, la cerámica, la narrativa –en forma de leyendas o cuentos populares–, la danza, la cultura culinaria o, en general, el sentido de la "fiesta" (actividades a las que como analizaremos en próximos "cuelgues", Violeta dedicó también mucho tiempo y las integró en su gran proyecto cultural).

"Los conquistadores" (1964). Arpillera creada por Violeta Parra.

Junto a aquella primera fase, básicamente investigadora, Violeta emprendió también una importantísima labor creadora, de la que surgieron sus propias canciones, trabajo que su hijo Ángel describe con estas palabras: «Ella no quería que lo que estaba rescatado como folclore se entendiera como cosa de museo. El folclore, para ella, era parte de la cultura viva, actual, de un pueblo», y fue desde ahí desde donde descubrió «que toda la tradición formal del folclore, todas esas herramientas que se habían ido coleccionando a través de los años (la cuarteta, la décima, el chapecao, etc.) se podrían utilizar para cantar las realidades del presente, para cantarles al amor, a la vida política, a las situaciones sociales del mundo contemporáneo, etc. Yo creo que es ahí –sigue diciendo Ángeldonde se produce la transición fundamental, y Violeta queda como una gran folclorista, alguien que rescató la identidad nacional, y a la vez como la mujer contemporánea que utilizó esa tradición para cantarle a su tiempo histórico. Para cantarle a la vida, finalmente».

Es curiosa e interesante la forma en que la propia Violeta Parra, cuenta en sus "décimas autobiográficas", cómo surgió su actividad como compositora de nuevas canciones.


«Muda, triste y pensativa
ayer me dejó mi hermano
cuando me habló de un fulano
muy famoso en poesía.
Fue grande sorpresa mía
cuando me dijo: Violeta,
ya que conocís la treta
de la versá’ popular,
princípiame a relatar
tus penurias ”a lo pueta”.

Válgame Dios, Nicanor,
si tengo tanto trabajo,
que ando de arriba p’abajo
desentierrando folklor.
No sabís cuánto dolor,
miseria y padecimiento
me dan los versos qu’encuentro;
muy pobre está mi bolsillo
y tengo cuatro chiquillos
a quienes darl’ el sustento».

En ratitos que me quedan
entre campo y grabación,
agarro mi guitarrón,
o bien, mi cogot’e yegua.
Con ellos me siento en tregua
pa’ reposarme los nervios,
ya que este mundo soberbio
me ha destinado este oficio,
y, malhaya el beneficio,
como lo dice el proverbio. [...]

Pero pensándolo bien,
y haciendo juicio a mi hermano,
tomé la pluma en la mano
y fui llenando papel.
luego vine a comprender
que la escritura da calma
a los tormentos del alma».
("Décimas". Violeta Parra.)

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