«Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco
bajo un cielo que, a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.
Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra.
Sólo el olvido...
camina lento bordeando la cañada
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.
El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura.
El cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán.
Y mi pueblo después
vio morir a los tres...
Y me pregunto por qué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.
De la siega a la siembra
se vive en la taberna.
Las comadres murmuran
su historia en el umbral
de sus casas de cal.
Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que, noche a noche, forjaron en su mente.
Fuerte pa' ser su señor.
Tierno para el amor...
Ellas sueñan con él,
y él con irse muy lejos
de su pueblo. Y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir,
quieren morirse al sol.
La boca abierta al calor, como lagartos.
Medio ocultos tras un sombrero de esparto.
Escapad gente tierna,
que esta tierra está enferma,
y no esperes mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo.
Sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna.
Tal vez mañana sonría la fortuna.
Y si te toca llorar
es mejor frente al mar.
Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí...
Pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio»
("Pueblo blanco" Joan Manuel Serrat).
Tras la marcha, a veces masiva, de los emigrantes, se perfila otra de las dimensiones claves de este drama social: tierras y pueblos abandonados y solitarios..., casas cerradas y vacías..., madres que pierden a sus hijos..., niños de miradas tristes..., ancianos y mujeres que se ven obligadas a trabajar duramente..., y, en general, la dolorosa ausencia de los seres queridos.
«Pueblos medio vacíos
gente güena como el pan
poca leña en el fuego
mucha tierra abandoná.
Volando chía un grajo
y una perra echa a ladrar
alguna puerta s'abre
y otras se quean cerrás.
Ay la penita que me da
en viendo los ancianos
con la espina tronchá».
(“La contraviesa”. Carlos Cano)
«De cien vecinos que éramos
ya solo quedamos dos;
Don Florencio, que es el amo
y un seguro servidor.
Don Florencio vive en Huesca
aquí solo quedo yo,
con una cabra méchales
una gaita y un tambor.
Un día cojo la cabra
la trompeta y el tambor
y me voy a Zaragoza
y que pregone el patrón».
(“Meditaciones de Severino el Sordo. José Antonio Labordeta)
«Galicia, sin hombres quedas
que te puedan trabajar.
Tienes, en cambio, huérfanos y huérfanas,
y campos de soledad,
y padres que no tienen hijos
e hijos que no tienen padres.
Y tienes corazones que sufren
largas ausencias mortales,
viudas de vivos y muertos
que nadie consolará».
(“Para la Habana”. Amancio Prada / Rosalía de Castro)
«Galicia, sin homes quedas / que te poidan traballar. / Tés, en cambio, orfos e orfas / e campos de soledad, / e nais que non teñen fillos / e fillos que non tén pais. / E tés corazóns que sufren / longas ausencias mortás, / viudas de vivos e mortos / que ninguén consolará. / Viudas de vivos e morto / que ninguén consolará». (“Pra Habana”. Rosalía de Castro).
En el marco de esta soledad y desolación provocada por la emigración se destacan, en la canción, dos personajes especialmente tiernos y sensibles:
La MADRE que queda en el pueblo envuelta en tristeza al ir contemplando como sus hijos se marchan; eterna paciente que aguarda en vano un regreso que nunca termina de hacerse realidad.
En el marco de esta soledad y desolación provocada por la emigración se destacan, en la canción, dos personajes especialmente tiernos y sensibles:
La MADRE que queda en el pueblo envuelta en tristeza al ir contemplando como sus hijos se marchan; eterna paciente que aguarda en vano un regreso que nunca termina de hacerse realidad.
«Siempre te recuerdo vieja
sentada junto al hogar,
acariciando la lumbre,
la cadiera y el pozal.
La tristeza de tus ojos
de tanto mirar,
hijos que van hacia Francia
otros hacia la ciudad.
Miguel dice que va bueno
y parió la del Julián.
Tú te quedas con tus muertos
rezándoles sin parar,
pensando que en esta vida
sólo se puede llorar.
Siempre te recuerdo vieja
sentada frente al portal,
repasando antiguas mudas
que ya nadie se pondrá.
Al cierzo de los otoños
vas a buscar
palabras desde la Francia
o desde la ciudad.
Miguel cayó del andamio
y parió la del Julián.
Tú, tus mitos y tus penas
cubren barbecho y erial,
cubren los viejos olivos
con tu densa soledad.
Siempre te recuerdo vieja
zurciendo la eternidad
con tus palabras menudas
ocultando la verdad.
Miguel murió del andamio
y los chicos del Julián
al final de aquel verano
volvieron a la ciudad.
A ti te enterramos pobre,
como debía pasar,
al lado de tu marido,
tus padres y el sacristán,
que loco por las campanas
se desguazó ante el altar.
Siempre te recuerdo vieja
nunca te podré olvidar,
eternamente paciente,
sufriendo sin más ni más».
Y junto a la madre, la MUJER, la NOVIA o COMPAÑERA del emigrante –en los años sesenta y setenta la mayor parte de los emigrantes eran varones–; mujer triste y atormentada que lucha entre la esperanza, teñida de felicidad, la necesidad afectiva y corporal de esa presencia perdida y convertida tan sólo en distancia y recuerdos.
«El traje de pana, la casa y la huerta;
el perro y la novia los días de fiesta.
La burra y el carro y sus cuatro fanegas
y un pozo reseco era toda su hacienda.
Y el duro trabajo,
el día y la noche arañando miseria
que a nadie extrañó que aquella mañana
cerrara su casa por irse a otras tierras.
Ya nun tien quien'i cante
a esa mozina junto al balcón;
ya nun tien quien'l cante
porque'l su mozu también marchó.
En una cartera la foto de ella,
la duda y la pena son sus compañeras.
Y el agrio silbido de aquel tren tan viejo
que rompe la calma y araña el silencio.
En él se marchó
dejando su tierra bañada en sudor;
en el tren antiguo que araña el silencio
que pasa y se lleva los hombres del pueblo».
("Ya nun tien quien'l cante". Víctor Manuel San José)
«Los jornaleros se van
pa la vendimia francesa.
Sola queda una mujer
con el pecho lleno pena.
Tierna como un colorín
en la cama se atormenta.
No llores tanto morena...
No puede ser, no debe ser,
hermana mía, yo bien lo sé.
Si tos uníos y el pueblo atrevío
decimos ¡basta!
no habrá otra vez».
Guillermina Motta, "cantautora" catalana de extraordinaria sensibilidad, refleja esa situación de la compañera del emigrante en una de sus más hermosas canciones; canción en la que progresivamente nos va sumergiendo en ese clima en el que se desentrañan la soledad y la fidelidad, la esperanza y la desesperanza.
«Mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo,
te esperare mucho tiempo,
el tiempo que haga falta...
Juan se ha marchado
una clara mañana de invierno.
El pueblo estaba en silencio,
los árboles desnudos,
las calles llenas de nieve.
Me voy, amor,
no tengo trabajo,
me voy, amor
a ganar dinero,
me voy a un país del norte,
no llores, ya volveré.
Mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo...
Isabel se ha encerrado en el frío rincón de la casa
y a comenzado a bordar
para el casamiento lejano
dos nombres en la seda blanca.
Adiós amor, cuando vuelvas,
adiós amor, yo estaré aquí.
Te querré como siempre,
no sufras, no, por mí.
Mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo...
Las flores han llegado,
también el buen tiempo,
después han venido las lluvias
y otra vez caerá la nieve.
Juan no está,
la muchacha espera
como tantas otras de los alrededores.
En el pueblo no hay trabajo
y los hombres se van marchando.
Mucho tiempo, mucho tiempo, mucho tiempo...
Pasan los años, poco a poco
y la esperanza va muriendo,
ninguno vuelve, Juan tampoco.
Así Isabel va envejeciendo
como tantas chicas sin amor,
soñando con un pueblo con tanto trabajo
que los hombres no tengan que irse al Norte».
("Mucho tiempo". Guillermina Motta).
«Molt temps, molt temps, molt temps, / l'esperaré molt temps, / el temps que calgui. / Molt temps, molt temps, / el temps que calgui. / En Joan ha marxat / un matí clar d'hivern. / El poble era callat / els arbres despullats / els carrers plens de neu. / Me'n vaig amor / no tinc treball, / me'n vaig amor / a fer diners, / me'n vaig al país del Nord, / no ploris que tornaré. / La Isabel s'ha quedat / a un fred racó de casa / començant a brodar / pel casament llunyà, / dos noms en seda blanca. / Adéu amor, quan tornaràs, / adéu amor, jo seré aquí. / T'estimaré com sempre, / no pateixis no per mi. / Les flors han arribat, / també el bon temps, / després han vingut les pluges / i altre cop caurà la neu. / En Joan no hi és, / la noia espera / com tantes altres pels voltants. / Al poble no hi ha feina, / els homes van marxant. / Passen els anys a poc a poc, / i l'esperança va morint / ningú no torna, en Joan tampoc. / Així la Isabel va envellint / com tantes noies sense amor. / Somiant un poble amb tanta feina / que els homes no hagin d'anar al Nord. ("Molt temps". Guillermina Motta).
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