Ismael Serrano. (Fotografía de Tamara González). |
Tras la trayectoria poética y musical desarrollada por Ismael Serrano en sus tres primeros discos, en 2002 graba y nos ofrece un nuevo álbum titulado "La traición de Wendy".
Este cuarto disco de Ismael, es, desde mi punto de vista, una de sus mejores obras. En él destacan varias manifestaciones simbólicas –o "metáforas vitales"– que merecen ser destacadas.
En primer lugar, la cubierta que, en realidad, viene a ofrecernos –como pórtico– todo el entramado del contenido del disco. Ahí está Ismael –del que ya sabemos que reivindica la recuperación de la memoria y defiende el desarrollo del humanismo democrático con todas sus consecuencias– y a su lado un niño; primer plano de la imagen que simboliza, con evidencia, la presencia y el encuentro de dos jóvenes generaciones. Y, en el fondo, pegados en la pared, unos carteles que reproducen imágenes y consignas relacionadas con la "revolución de los claveles portuguesa del 25 de abril de 1974", es decir, del "Día de la Liberdade", o sea, de la renovación de la esperanza, de la posibilidad de que los sueños se hagan realidad, o como dice Pablo Guerrero, del convencimiento –compartido por Ismael– de que "los sueños son posibles".
En segundo lugar, resulta interesantísimo el trasfondo simbólico utilizado por Ismael al recuperar en el título de su disco, y en algunas de sus canciones, a dos personajes tan arraigados en la literatura popular como Wendy y Peter Pan. Por una parte, Peter Pan con su capacidad de soñar, incluso de volar, para salir al encuentro del la isla de los pájaros, o sea, al País de Nunca Jamás. Por otra parte Wendy, inicialmente seducida por Peter Pan, tentada por sus sueños, pero incapaz de mantenerlos vivos; un entrañable personaje al que realismo –y la realidad– le impone y le somete a la renuncia de la utopía y de la capacidad de soñar.
En tercer lugar, en "La traición de Wendy", Ismael, tomando como telón de fondo, o como referencia, lo anteriormente expuesto, desarrolla tres grandes líneas de pensamiento:
En primer lugar, la cubierta que, en realidad, viene a ofrecernos –como pórtico– todo el entramado del contenido del disco. Ahí está Ismael –del que ya sabemos que reivindica la recuperación de la memoria y defiende el desarrollo del humanismo democrático con todas sus consecuencias– y a su lado un niño; primer plano de la imagen que simboliza, con evidencia, la presencia y el encuentro de dos jóvenes generaciones. Y, en el fondo, pegados en la pared, unos carteles que reproducen imágenes y consignas relacionadas con la "revolución de los claveles portuguesa del 25 de abril de 1974", es decir, del "Día de la Liberdade", o sea, de la renovación de la esperanza, de la posibilidad de que los sueños se hagan realidad, o como dice Pablo Guerrero, del convencimiento –compartido por Ismael– de que "los sueños son posibles".
En segundo lugar, resulta interesantísimo el trasfondo simbólico utilizado por Ismael al recuperar en el título de su disco, y en algunas de sus canciones, a dos personajes tan arraigados en la literatura popular como Wendy y Peter Pan. Por una parte, Peter Pan con su capacidad de soñar, incluso de volar, para salir al encuentro del la isla de los pájaros, o sea, al País de Nunca Jamás. Por otra parte Wendy, inicialmente seducida por Peter Pan, tentada por sus sueños, pero incapaz de mantenerlos vivos; un entrañable personaje al que realismo –y la realidad– le impone y le somete a la renuncia de la utopía y de la capacidad de soñar.
En tercer lugar, en "La traición de Wendy", Ismael, tomando como telón de fondo, o como referencia, lo anteriormente expuesto, desarrolla tres grandes líneas de pensamiento:
Ismael Serrano. (Fotografía de Tamara González). |
Por supuesto, como en obras anteriores, su fidelidad a la memoria. En esta ocasión hay que destacar, en esa línea, la canción "Fue terrible aquel año", con texto de Rodolfo Serrano.
Fidelidad que se fundamenta en unos principios y en unos valores éticos que provocan que Ismael se muestre también radicalmente solidario con todas aquellas situaciones humanas en las que percibe dolor e indefensión; situaciones como las vividas por el "Polisario" en la canción "Un hombre espera en el desierto"; o las sufridas por los niños y las niñas del mundo a los que se les ha robado su infancia: "Si Peter Pan viniera".
Y en "La traición de Wendi", se hace presente también la militancia de Ismael en el amor, directamente redimensionada, ahora, a través de una maravillosa y descarada proclamación de la esperanza: es cierto que hoy en día vivimos inmersos en un mundo en el que, a diario, sufrimos situaciones terribles y dolorosas –como el asesinato de Facundo Cabral– que nos pueden tentar a la rendición, o a "perder las alas" –renunciar a los sueños–; pero también lo es que «ahora es el momento de volver a empezar».
«Sé bien que los frentes no están claros,
que se asoman genocidas por las grietas del pasado.
Sé bien que no quedan referentes,
que les negaron la entrada por faltarles los papeles.
Me da igual que el vaso esté
medio lleno o medio vacío si no sacia tu sed.
Quién me defenderá de quien me quiere,
de la paz, de sus embargos, de sus alquileres.
No puedo pensar que todas las batallas están perdidas.
Pobre de aquel que nos recuerde que la historia se termina.
Un rumor de alas y tormenta inunda toda la avenida.
En los muros leí los gritos que nos dan bienvenida.
Prende la luz, tapa la calle ya,
que andan reunidos los coyotes
y aquí en el sur el alba traerá
una lluvia sin fin
al final de la noche».
("Prende la luz")
Permitidme que para completar esta crónica de "La traición e Wendy", evoque una de las canciones de de Ismael y Pablo Serrano que a mi desde que la escuché por primera vez me conmueve las entrañas y me contagia fortaleza para vivir, para soñar y, en el fondo, para creer en aquello que dice Fernando Savater en su obra de teatro "Vente a Sinapia": "Si soñamos con volar es que vamos a volar, es que debemos volar", y yo añado, "y si no soñamos con volar, aquí no hay Dios que vuele".
Ismael Serrano. |
«Miraba a la ventana y soñaba con ser un astronauta pisando la luna
y el cielo lo cruzaban galeones, delfines, cometas, falúas.
Y en la pizarra el profesor dictaba los teoremas.
En su cabeza sonaba el canto de un gorrión, pájaros en la cabeza.
Salía siempre tarde castigado por no estar nunca donde debiera
y en casa le esperaban el tedio y la comida servida en la mesa.
De fondo el rumor de un televisor y madre suspirando.
"¿Dónde andas hijo mio? Siempre en las nubes," y nadie escucha el telediario.
Pájaros en la cabeza y volar
a donde las ventanas siempre están abiertas,
donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir.
Pájaros en la cabeza y soñar
que aún contaré relámpagos contigo,
aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.
El tiempo pasó y todos crecimos
-bueno, no todos, algunos seguían
mirando por la ventana y sobrevolando
la moqueta azul de la oficina.
En el trabajo aún se perdía
en las selva de sus sueños
y un grito le nombraba, le arañaba
y rompía el dulce sortilegio.
Madre aún seguía sirviendo la sopa,
"¿Cuándo sentarás la cabeza?
Un día la abriremos y bandadas de cotorras
escaparán de ella".
Él sonreía sin dejar
de mirar por la ventana,
soñando mundos mejores,
lluvias que caían sobre parejas que se amaban,
claveles en los fusiles,
barcos que sueltan amarras,
luces de faros, besos de mujeres que nunca,
nunca le miraban.
Una mañana de enero nuestro hombre
se subió a lo alto de la Torre España
para ver si al morder el azul gris del cielo
los pájaros callaban.
Mirando absorto la ciudad,
ni el rumor de su pecho escuchaba,
ni a madre, ni al televisor, ni a la oficina,
sólo un lejano batir de alas.
Cuando nos quisimos dar cuenta
nuestro chico había desaparecido.
Nadie en lo alto de la torre lo vio abandonar
la sombra gris del edificio.
Nadie lo vio caer al suelo,
nadie oyó sus carcajadas,
sólo el sonido de cien pájaros -o alguno más-
escapando de sus jaulas.
Nada se supo de este soñador,
del canto de sus aves,
hasta que llegaron cartas, retazos de sus alas
en forma de postales.
("Pájaros en la cabeza")
Por último hay que decir que en "La traición de Wendy" Ismael manifiesta también un gran madurez en lo que se refiere a su interpretación y a sus composiciones musicales, magistralmente arregladas por Fredi Marugán, y ejecutadas con brillantez por el propio Fredi y por músicos como Paco García, Vicente Climent, Víctor Merlo, Jorge Lema, Fran Rubio, Manolo Toro, Javier Mora, Carlos Martín, Andres Prittwitz, Juan Ignancio Cuadrado, Gino Pavone, Adel Hakki, Patxi Urchegui, Rotney D'Assis, Andrei Chestiglazov, o Javier Bergia.
Un dato, Fernando, muy importante: El niño es el propio Ismael en un viaje a Portugal.
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