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sábado, 15 de junio de 2024

MIS MEMORIAS BIBLIOGRÁFICAS (8): "VEINTE AÑOS DE CANCIÓN EN ESPAÑA". PRIMER VOLUMEN: "DE LA ESPERANZA/APÉNDICES" (1984)

El primer volumen de Veinte años de canción en España (1963-1983), editado en septiembre de 1984, lo dediqué al tema de la esperanza, sin duda uno de los valores que más se han cantado en nuestro país. Incluye también varios apéndices, entre ellos, una aproximación global al nacimiento y a los contenidos básicos desarrollados por la «canción de autor» en esos años; así como una enumeración clasificada de las más de tres mil canciones aparecidas a lo largo de la obra.



Las ilustraciones de la cubierta y de la contra fueron creadas por Luis Eduardo Aute, y el prólogo me lo escribió Antonio Gala.

Decía en el "cuelgue" anterior que cada volumen de Veinte años de canción en España tiene su propia historia, y es cierto. Son cuatro historias relacionadas con sus prólogos que creo que merece la pena compartir.


Yo nunca me pude imaginar, por ejemplo, que Antonio Gala acabaría escribiendo un texto dedicado a mi trabajo en 1984. Aquel mismo año había publicado su Trilogía de la libertad, libro en que recogió tres de sus más reconocidas obras teatrales: Petra regalada, La vieja señorita del paraíso y El cementerio de los pájaros; y ya había editado Charlas con Troylo donde recopilaba sus artículos publicados en el El País Dominical con ese mismo título.



Tonona y yo admirábamos profundamente a Antonio. Habíamos visto y disfrutado sus obras de teatro y éramos fieles seguidores de sus artículos en el El País Dominical. A mí lo que más me sedujo siempre de él fue su permanente clamor a la esperanza, aun en los momentos más dolorosos de sus escritos siempre aparecía un destello de luz y un horizonte.


Aquel año, 1984, en la planta baja de mi casa (vivíamos en la calle Doctor Gómez Ulla de Madrid) tenía su sede el Instituto Cultural Andaluz al que yo pertenecía y del que, además, era miembro de la junta directiva. Sede que, en realidad, se componía de un salón no muy amplio, un despacho y un cuarto de baño que bien podríamos llamar «mini-wáter». 


El 28 de febrero de 1984, a última hora de la tarde, organizamos una fiesta en el Instituto para celebrar el Día de Andalucía. Entre los invitados estaba Antonio Gala, al que no conocía en persona.


A aquella celebración del Día de Andalucía acudieron muchas más personas de las que habíamos previsto, incluido Antonio. El piso se llenó por completo. En un momento determinado de la fiesta, pasadas las doce de la noche, Pedro Martínez Montávez (presidente del Instituto) me dijo que Antonio Gala tenía necesidad de ir al baño y que, como yo vivía en la quinta planta, si no me importaba que subiera un momento al de mi casa. El del local del Instituto, después de pasar tanta gente por allí a lo largo de la tarde, estaba bastante asqueroso.


Por supuesto, le dije que sin problemas. Se lo sugerimos a él y aceptó encantado. Y allí me tenéis subiendo con Antonio Gala en el ascensor. Antes no había podido intercambiar ni una palabra con él. Cuando llegamos al quinto piso, tocamos al timbre (no me había bajado la llave) y, de repente, Tonona abrió la puerta con cara de sueño para encontrarse de golpe y porrazo con Antonio Gala en carne y hueso, con bastón incluido. ¿Era un sueño o una realidad? Pues sí, una realidad. 


Antonio entró en nuestro baño y cuando salió de hacer sus necesidades nos comentó que le habían gustado mucho unas cerámicas de Sargadelos que teníamos justo en la pared, encima de la taza del retrete. Creo recordar que nos contó que estaba escribiendo precisamente la biografía del marqués. Estuvimos charlando un rato y luego Antonio y yo volvimos a la fiesta. 

Al bajar en el ascensor no pude resistir la tentación y le conté que estaba a punto de publicar un libro sobre el valor de la esperanza tal y como se había planteado en la «canción de autor» a lo largo de los últimos veinte años. Inmediatamente después, antes de que el ascensor parara, le dije que me haría inmensamente feliz si pudiera leer mi original y, si le gustaba y le parecía oportuno, escribirme un prólogo. Os aseguro que las piernas me temblaron por mi juvenil atrevimiento. 


Sorprendentemente, me dijo que le mandara el original al día siguiente, que lo leería y que ya me contaría. ¡Me quedé mudo! Volvimos a la fiesta y cuando finalizó, antes de salir, Antonio me dio una tarjeta con su dirección y me dijo: «¡Mañana lo espero!». Y claro, ¡desde luego que se lo llevé! No pude dormir en toda la noche de los nervios.


A la semana de dejarle el original en su casa, me llamó por teléfono su secretario para decirme que a Antonio le había gustado muchísimo el libro y que pasara a recoger el prólogo que me había escrito. Me fui para allá corriendo. Cuando llegué, la persona que me abrió la puerta me dijo que Antonio estaba fuera, pero que había dejado un sobre a mi nombre. (¡Y mi corazón a tope!). Ya en la calle no me pude resistir, abrí el sobre y me encontré una preciosa carta manuscrita y el siguiente texto mecanografiado y firmado:


«Uno de los dos rieles por donde circula toda mi obra –sin el cual descarrilaría– es la esperanza. (El otro es la búsqueda de la justicia. Entre ambos, aparte de mi obra, sostienen algo mucho más importante: La libertad). Pero cuando hablo de esperanza no me refiero a una actitud sedente, paralizada, alucinógena. No la confundo jamás con la vana ilusión, que es una esperanza acariciada sin fundamento, la sitúo cerca de la "ilusión real", esa hermosa contradicción humana de la que, como de otras muchas contradicciones, alimenta sus verdes cánticos la vida. Para mí, la esperanza –a menudo lo he dicho– es una virtud bajita e inquieta, una virtud con las piernas muy cortas que, no se sabe cómo, arrastra tras de sí y con la lengua fuera a sus hermanas, más altas e importantes, la fe, la caridad, la prudencia, la fortaleza, todas.


»Si hay algo que distinga tajantemente al ser humano de todos lo demás –incluidos Dios y los ángeles– es su capacidad de esperanza. De una esperanza activa y consoladora, esa certeza de que los momentos más negros de la noche son los que preceden precisamente al alba. Cuando el contenido copioso y abigarrado de la caja de Pándora se desvanecía, quedó en su fondo un último rehén: el brillo de la esperanza, un patrimonio que el hombre usa en exclusiva mientras su vida dura. Porque cuando concluye la esperanza, sobreviene la muerte verdadera. Mientras hay vida hay esperanza, decimos. Y es verdad. Y también es verdad lo contrario. Lo que empuja a la muerte, lo que mata, no es la desesperación –cuyo oscuro ímpetu es todavía cosa de la vida, su desmelenamiento, su alarido–, sino la desesperanza, cotidiana vanguardia de la muerte.


»¿Qué sería del mundo si no hubiera esperanza? ¿A santo de qué se movería, en qué dirección, con cuál  motivo? Se ha pretendido, a veces, que la esperanza es la minadora del presente, el aplazamiento que –por mirar al futuro– deja escapar la flor de hoy. En ese sentido de frágil remisión "sine die", de vergonzante delegación, no uso yo la palabra. Más aún, la detesto. Sin embargo, creo que apenas el presente existe sin su proyección hacia el futuro –un futuro más grande, más abierto, más noble, más alegre– en que cada instante comienza a convertirse.


»Este libro, para el que escribo con tanto amor las líneas iniciales, es una prueba de cuanto venero. No se trata en él de recoger unas esperanzas acobardadas, reacias, contentadizas. Se trata de ofrecernos un ramo de esperanzas sonoras, vociferantes, contestatarias. Se trata de una esperanza en marcha, que se echó a cantar por las caminos apasionadamente. Porque si ella es el sabor de la vida, también es cierto que la vida en ocasiones –largas, largas a veces– no amarga. Y es preciso sacarnos su amargura, a gritos, de la boca. Eso hicieron los hombres y mujeres cuyas canciones recopila y ordena este libro, contagiarnos desesperadamente su esperanza.


»Prologarlo, por tal causa, era un deber para mi conciencia y una feliz necesidad para mi corazón. Es difícil que un libro de sociología equivalga, en una época coronada de espinas, al libro que el lector tiene en sus manos. Para dar las gracias a quienes lo protagonizan y al enamorado coleccionador de tanta humanidad, estampo aquí mi firma. No tiene más mérito que ser esperanzada y solidaria como lo que es esta obra».


Como habréis podido comprobar, la generosidad manifestada por Antonio Gala hacia mi persona fue inmensa. Nunca sabré cómo agradecérsela. Lo que sí hice fue encargarle a unos amigos gallegos que me mandaran unas cerámicas de Sargadelos iguales a las que tenía en mi baño y regalárselas… A partir de aquel día mantuvimos una bonita amistad. 


Verdaderamente, la vida, cuando menos te lo esperas, te sorprende, y cuando así ocurre a uno no le queda más remedio que acordarse de Violeta Parra y cantar con ella su "Gracias a la vida".


sábado, 8 de junio de 2024

DE CUANDO ALGUIEN ESCRIBE Y PUBLICA UNA CRÓNICA DE TU TRABAJO Y CONSIGUE EMOCIONARTE

Ayer, 7 de Junio, el Diario Digital de Música de Autor (Cancioneros.com) publicó una extensa crónica sobre mi libro "VOLAD CANCIONES, VOLAD".


La crónica, firmada por XAVIER PINTANEL, director del diario, me supuso una muy emocionante bocanada de alegría, y es que, cuando uno ya está próximo a cumplir los ochenta, y sesenta de esos años vividos los ha dedicado apasionadamente a la "canción de autor", resulta muy gratificante que alguien como Xavier, y en un medio como Cancioneros.com, reconozca y valore tu trabajo. Tras leer este artículo mi principal pensamiento fue: "Me ha merecido la pena mi trabajo y mis pasiones y ojalá la vida me regale unos cuantos años más para poder seguir haciéndolo˝. 

Os invito a leer este artículo del que, con toda sencillez, pero con mucha satisfacción y orgullo, reproduzco cuatro fragmentos y la foto que le acompaña:

«El último libro del maestro y cronista fundamental de la canción de autor Fernando González Lucini, Volad canciones, volad, nos invita a un viaje profundo y emotivo por la poesía hecha canción. Un libro, resultado de un esfuerzo monumental en investigación y documentación que reúne a los trece poetas más musicados en español, con sus trece poemas más versionados.


»Volad canciones, volad demuestra de manera contundente que no puede entenderse la historia canción de autor sin la poesía escrita. Los trece poemas seleccionados ilustran cómo la música puede ser un vehículo poderoso para la difusión de la poesía. La canción de autor, con su capacidad de llegar a amplias audiencias, se convierte en un medio eficaz para dar a conocer la poesía y mantenerla viva en la memoria colectiva, mostrando cómo la música puede actuar como prescriptora de la poesía, llevándola a nuevas generaciones y contextos.

 


»Para entender la magnitud de Volad canciones, volad, es crucial conocer a su autor. Fernando González Lucini es una figura central en el estudio y la difusión de la canción de autor en el ámbito hispanohablante. Con una trayectoria que abarca varias décadas, Lucini ha dedicado su vida a investigar, documentar y divulgar este género, contribuyendo de manera significativa a su apreciación y conservación. Su obra se caracteriza por una rigurosidad documental y una pasión evidente por la materia, cualidades que se reflejan en cada página de este libro.

 

»Volad canciones, volad es, en definitiva, un tributo a la poesía y la música, y a la relación simbiótica que existe entre ambas. A través de los trece poemas y sus versiones musicales, Fernando González Lucini nos ofrece una obra que es al mismo tiempo un documento histórico, una pieza literaria y una experiencia estética. Este libro no solo celebra a los poetas y sus poemas, sino también el arte de convertir palabras en melodías y es un testimonio del poder transformador de la canción de autor.»

Comparto, seguidamente, el enlace para entrar en Cancioneros.com:

https://www.cancioneros.com/co/12471/2/volad-canciones-volad-un-viaje-por-la-poesia-hecha-cancion-del-maestro-lucini-por-xavier-pintanel?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR3UF6HSaaVX21mohCbwGRdBsaT9zR3mtqnUb0BPjsyX8p8hDYH5s91M2aM_aem_Adv69btRUog5ZU6OPBaQLODFo-FrgzAT7B-b-9m-EFzqVQFRGbdA77yJC0wO5FlH0c9kMhs9UakyUcy-IH3wbylO

martes, 4 de junio de 2024

MIS MEMORIAS BIBLIOGRÁFICAS (7): "VEINTE AÑOS DE CANCIÓN EN ESPAÑA" (1984).

En el año 1983, mientras publicaba la biografía de Carlos Cano y poníamos en marcha la Asociación de la Música Popular, inicié también una aventura apasionante. Quizá de las más apasionantes que he vivido en «mi vida entre canciones». Me refiero a los tres años que dediqué a la creación y posterior publicación de los cuatro volúmenes de Veinte años de canción en España (1963-1983).


En aquel momento, mientras mi casa se iba llenando de vinilos (todos relacionados, directa o indirectamente, con la «canción de autor»), en mi sensibilidad y mi memoria auditiva se acumulaban miles de canciones que revoloteaban alborotadas. Era como si aquel universo sonoro, musical y poético, me hubiera invadido definitivamente. Canciones que se entremezclaban y se fundían entre sí, aportando cada una, desde su individualidad, nuevos matices y perspectivas a las otras. Y todo ello introduciéndome en el conocimiento sensitivo de la realidad, o sea, de la vida, sin racionalismos; a golpe de sentimientos y latidos. 


Aquel acercamiento activo que mantuve con nuestra «canción de autor» fue tan intenso y tan plural, que llegué al convencimiento (que hoy sigo manteniendo) de que, con el paso de los años, nada relacionado con la vida y la existencia humana le había sido ajeno. O lo que es lo mismo, que toda la realidad humana, en todas sus vertientes y manifestaciones, había sido cantada.


Frente a ese convencimiento, que en realidad era una intuición sentí la necesidad de comprobarlo objetivamente y pensé que la mejor forma de hacerlo era a través del análisis y la clasificación temática de esas miles de canciones para, luego, relacionarlas entre sí, buscar sus posibles complementariedades y, a partir de ahí, elaborar un pensamiento global referido a cada uno de los temas seleccionados. De hecho, en 1975, en el libro Nueva canción: disco fórum y otras técnicas, ya había iniciado algo similar, aunque con menos discos y menos canciones.


El trabajo a realizar estaba claro y era una investigación realmente provocadora. Tenía muy claros sus objetivos y disponía de una gran parte del material discográfico que necesitaba para iniciarlo. El problema que se me planteaba era cómo llevarlo a la práctica. Era un trabajo muy intenso y, teniendo en cuenta los medios de que disponía en aquel momento, resultaba una auténtica locura, sobre todo teniendo en cuenta que, por ejemplo, en aquel momento no podía disponer de un ordenador y no me quedaba otra alternativa que acudir a la más pura artesanía. Menos mal que ahí estuvo Tonona, que se entregó al proyecto en cuerpo y alma.

Diseñamos una ficha que incluiría la letra de cada canción, su autor, el disco al que pertenecía y la referencia temática. Si la canción estaba compuesta en catalán, en euskera o en gallego, la ficha se duplicaba, una en castellano y otra en la lengua correspondiente. Imprimimos varios miles. Nos compramos unos ficheros metálicos donde poder ir guardándolas debidamente clasificadas y... ¡a trabajar! 


Lo primero que hice fue un listado de temas relacionados con la identidad humana (sobre todo desde la perspectiva de los valores básicos) y con la realidad social vivida en aquel momento en nuestro país. Temas que, a lo largo del proceso de investigación, se fueron concretando y ampliando. Entre ellos, la libertad, la igualdad, el amor, la solidaridad, la amistad, el miedo, la vida y la muerte; o temas relacionados con problemas concretos como la pobreza, la represión, la guerra, la violencia, la emigración y la destrucción de la naturaleza.


En el curso de la investigación fueron surgiendo problemas que tuvimos que afrontar con mucha imaginación e invirtiendo todos nuestros ahorros. Tuvimos que buscar y pagar a traductores para los textos catalanes, vascos y gallegos que en los discos no venían en versión castellana; tuvimos que transcribir canciones escuchándolas varias veces porque las letras no se incluían en las carpetas de los discos; realizamos varios viajes para ampliar la información y comprar algunos discos importantes que nos faltaban y que eran difíciles de conseguir en Madrid. En fin, un trabajo duro y de muchas horas que en realidad nos resultó muy gratificante. Tonona y yo éramos muy conscientes de que merecía la pena lo que estábamos haciendo.


Pasados varios meses, cuando tuvimos hechas y clasificadas la mayoría de las fichas, me puse a trabajar en cada uno de los temas seleccionados. Primero analizaba el contenido poético de cada canción y anotaba el aspecto o la dimensión temática que abordaba; después establecía las relaciones temáticas que me iba encontrando entre ellas y, por último, redactaba un ensayo sobre el tema propiamente dicho que incluía los textos poéticos que lo fundamentaban. Redacción escrita a máquina, corregida y vuelta a escribir. Ese fue realmente el momento en que sentí la necesidad de darle las gracias a la vida por haberme permitido aprender mecanografía durante el tiempo que estudié para perito mercantil. Como ya conté anteriormente, esa fue la única asignatura que me interesó en mi paso por la Escuela de Comercio.


Mientras realizaba todo ese trabajo, primero me preocupó y luego llegó a obsesionarme qué hacer con los resultados de aquella investigación para que no se quedara en casa o, en otras palabras, qué hacer para darla a conocer y compartirla. En aquel momento empezaba a tener muy claro que el resultado que iba obteniendo era de tal magnitud que superaba con creces la posibilidad de publicarlo en un solo libro. Pensaba que, en caso de editarse, habría que hacerlo, al menos, en cuatro volúmenes.


Inmerso en aquella preocupación y rodeado en casa de fichas, discos y canciones, tuve la suerte de conocer a otro maravilloso personaje que compartía muchas de mis locuras, Javier Aisa. Javier era el coordinador del consejo de redacción de la Editorial ZERO de Madrid (Grupo Cultural Zero), una editorial que había surgido durante la transición y que era heredera ideológica de la mítica editorial ZYX que había sido clausurada a la fuerza por el gobierno en 1969. Le conté a Javier la investigación que estaba haciendo y él, que también amaba la «canción de autor», me propuso publicar el proyecto en su editorial aunque teniendo en cuenta que era una empresa pequeña, prácticamente familiar, y con muy pocos medios. No obstante, le pareció bien lo de publicarlo en cuatro volúmenes. El trabajo realizado, según él, lo merecía. Como os podréis imaginar, sin dudarlo ni un segundo y sintiéndome un ser de lo más afortunado, le dije que sí y firmamos el contrato.


Y así fue. A la investigación la llamamos Veinte años de canción en España (1963-1983) y la publicó el Grupo Cultural Zero en cuatro volúmenes que fueron saliendo anualmente entre 1984 y 1987. 

Dos años después, Javier Aisa, por desgracia, tuvo que cerrar la empresa y los libros pasaron a formar parte del catálogo de Ediciones de la Torre. Jose María Gutiérrez de la Torre, su fundador y director, reeditó los cuatro volúmenes en 1989. La vida ha sido buena y tierna conmigo, jamas podré agradecerle su generosidad tanto como se merece.


Publicado el primer volumen, centrado fundamentalmente en el valor de la esperanza, decidimos presentarlo el 24 de octubre de 1984 en el Palacio de Longoria, sede de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores). Fue un acto inesperadamente hermoso y muy emocionante. En él participaron, entre otros amigos y cómplices, Teddy Bautista, María Asquerino (que leyó el prólogo de Antonio Gala), Gabriel Celaya y Amparo Gastón, Antonio Buero Vallejo, Ana Diosdado, Basilio Martín Patino, Genovés, Alcorlo, Paco Ibáñez, Joaquín Sabina, Pi de la Serra, Antonio Resines, Luis Euardo Aute, Javier Krahe, Benedicto, Carlos Cano, Chicho Sánchez Ferlosio, Lole y Manuel, Pablo Guerrero, Vainica Doble (Carmen y Gloria), Amancio Prada, José Antonio Labordeta, Elisa Serna, Víctor Claudín, Antonio Gómez, Marina Rossell, Raul Alcover, Adolfo Celdrán, Claudina y Alberto, Caco Senante, Elfidio Alonso y Joan Baptista Humet.

Al día siguiente de la presentación, Ana Diosdado escribió en el periódico Diario 16 una preciosa crónica titulada «De los cantautores y otros amigos del alba»; texto del que quisiera compartir el siguiente fragmento:


«Desde luego, no es un juego de palabras. Sí que pueden ser calificados de "amigos del alma" los cantautores, claro que sí, y por muchas razones, pero como efectivamente es a la hora del alba cuando solemos los seres humanos ser más vulnerables al desaliento, a la angustia, al miedo, es también a esa hora cuando la voz de un amigo entrañable, al que conocemos, o no, puede desde un disco puesto al mínimo volumen, escuchado con recogimiento y comunión, sernos más preciada, acompañarnos más, darnos más ánimo.


»Bálsamo, fuerza y moral, los cantautores.


»Hace pocos días, el palacio de Longoria abría sus puertas para una celebración. Los autores festejaban en su sede la presentación de un libro, bellamente prologado por Antonio Gala. Veinte años de canción en España, de Fernando González Lucini.


»Y allí estaban todos, bien pocos faltarían, aunque algunos habían tenido que viajar para acudir a la celebración (Pi de la Serra llegaba directamente desde el aeropuerto, Paco Ibáñez había volado desde Francia, Luis Eduardo Aute apresuraba un regreso que había previsto para más tarde), pero allí estaban, abarrotando salones, escalera y pasillos, "departiendo amigablemente", como dice esa frase oficial que quiere decir charlando; allí estaban encontrándose, cambiando abrazos, sorpresa y comentarios, atrapando canapés y una copa, y entre frase y frase, entre recuerdo y recuerdo, entre proyecto y proyecto, allí estaban con sus miradas brillantes, alegres, con sus risas. Allí estaban heterogéneos, alborotadores, hermanos y libres. Allí estaban, libres... Dios mío, libres».


Por último, he de decir que la gran cantidad de críticas y reseñas que se publicaron en la prensa sobre el libro me resultaron tremendamente gratificantes y compensaron con creces el trabajo y el esfuerzo realizados. Me apetece evocar y compartir, pasado el tiempo, algunas de ellas.


«Es el estudio más serio, riguroso y documentado que se ha escrito sobre la canción española de autor». (Antonio Gómez. El País. 28 de octubre de 1984)


«Esta obra quedará como punto de partida inevitable para historiadores, estudiosos y pedagogos de una cierta literatura musical en este país». (Álvaro Feito. Guía del Ocio. 15 de octubre de 1984)


«Hay obras que por estricta justicia se hacen merecedoras de los más entrañables parabienes. González Lucini ha realizado un enorme esfuerzo cuyos resultados pueden ser calificados de perfectos. Creo que no había otra forma de hacerlo distinta a como él lo ha hecho, y es que detrás del trabajo lento y minucioso de ordenación y catalogación de los materiales, existe algo que no quiero pasar por alto: su entusiasmo. La seducción que sobre él ejerce la canción, la poesía de los textos, es evidente. Se diría que entre ellos hay una convivencia de largos años y de ahí ha surgido una verdadera pasión». (Santiago Alonso. Reseña. Mayo de 1986)


«Fernando González Lucini pertenece a esa extraña raza de gente que, de puro generosa y apasionada, debe estar a punto de extinción...; es uno de esos locos rara avis que decide empeñarse en un proyecto titánico que no tiene por objeto ni el poder, ni la fama, ni la gloria, ni el éxito económico, sino el hedonismo exacerbado y algo masoquista de trabajar sobre un material que le resulta esencialmente grato: la canción de autor». (Luis Eduardo Aute. Dominical del diario Ya. 8 de junio de 1986)


Teniendo en cuenta que los cuatro volúmenes de Veinte años de canción en España (1963-1983) tienen su propia historia particular y entrañable proximamente dedicaré un cuelgue dedicado a cada uno de ellos.

 

MIS MEMORIAS BIBLIOGRÁFICAS (8): "VEINTE AÑOS DE CANCIÓN EN ESPAÑA". PRIMER VOLUMEN: "DE LA ESPERANZA/APÉNDICES" (1984)

El primer volumen de Veinte años de canción en España (1963-1983) , editado en septiembre de 1984, lo dediqué al tema de la esperanza , sin ...