Ayer día 3 de febrero, en el teatro Coliseum, de Madrid, JORGE DREXLER nos ofreció un recital sencillamente ¡espléndido!... ¡Hace tiempo que no disfrutaba tanto en un concierto!
El escenario revestido de sobriedad; prácticamente desnudo...; dos micros y tres guitarras... El teatro completamente lleno de público..., ni un asiento vacío... Pasadas las 8:30 de la tarde Jorge salío solo, –no necesita a nadie más en el escenario, su personalidad y su presencia lo llenan todo–, cogió una de sus guitarras, y se echó a cantar.
«No tengo a quién rezarle
pidiendo luz,
ando tanteando el espacio a ciegas
No me malinterpreten
no estoy quejándome,
soy jardinero de mis dilemas
Hermana duda,
pasarán los años,
cambiarán las modas,
vendrán otras guerras,
perderán los mismos
y ojalá que tú
sigas teniéndome a tiro,
pero esta noche,
hermana duda,
hermana duda,
dame un respiro.
No tengo a quién culpar
que no sea yo
con mi reguero de cabos sueltos
No me malinterpreten,
lo llevo bien,
o por lo menos hago el intento.
Hermana duda,
pasarán los discos,
subirán las aguas,
cambiarán las crisis,
pagarán los mismos
y ojalá que tú
sigas mordiendo mi lengua,
pero esta noche,
hermana duda,
hermana duda,
dame una tregua».
¡Emocionante!... En realidad la tregua nos la dio Jorge a nosotros; al menos a mí consiguió dármela...
Una tregua de dos horas para disfrutar de la belleza sin interrupciones...; para empaparnos de sensibilidad...; para sumergirnos en el envolvente y liberador eco de sus sentimientos vertidos en canciones...; para gozar de la música y de la "canción de autor" en estado puro...; para percibir el irresistible atractivo de la sencillez... Dos horas de complicidad envolvente...; de confidencias suavemente coreadas...; de latidos compartidos...; de emociones... Y él allí, abrazado a sus guitarras: solo, cercano, tierno, directo, convincente...
¡Que gran maestro!... ¡Que gran lección de arte y de profesionalidad la que nos dio anoche Jorge Drexler en el Coliseum!... Fue la noche del triunfo de la sobriedad y de la elegancia...
Anoche Jorge nos mostró –sencilla y claramente– LA BELLEZA DEL ARTE AL DESNUDO.