A Patricia Fernández, a Diego Ojeda, a Rogelio Botanz,
y a todos los creadores que compaginan la composición e interpretación de canciones
con la enseñanza en Educación Infantil, Primaria o Secundaria.
Creo que en más de una ocasión he hecho referencia a una de las obsesiones que me ha perseguido a lo largo de toda mi vida profesional como "maestro de escuela", me refiero a la necesidad de que los centros de enseñanza –de niños, adolescentes y jóvenes– abran de par en par sus puertas y sus ventanas a la música y a la canción popular en todas sus manifestaciones.
Tonxu cantando en una escuela. Fijaros en las caras de las niñas y de Tonxu. Ha estallado la alegría... y es que Tonxu es así, sencillamente formidable. |
Esta obsesión, me viene de lejos y tiene su origen en dos hechos, o circunstancias, que me marcaron mucho en mi adolescencia:
El primero fue que la llamada "canción de autor" se convirtió para mí en mi gran maestra –mi mejor gran educadora–; la canción me enseñó mucho más que mis padres, que mis maestros y que los "curas" de mi parroquia –que por cierto, y con suerte, fueron "buena gente"...; la canción me enseñó a sentir, a amar la libertad, a amar en libertad, a amar con el alma y con el cuerpo, a despreciar las dictaduras, a revelarme contra la injusticia, a valorar la igualdad y la solidaridad, a soñar, a volar sin alas, a ser utópico, a creer en la esperanza, en fin... me enseñó a vivir... ¿Cómo desprenderme entonces de la canción cuando empecé a trabajar profesionalmente como maestro?.
El segundo hecho, o circunstancia que marcó mi obsesión por estrechar lazos entre la canción y la pedagogía fue la lectura –creo recordar que a los quince años– de un capítulo del libro "Almas de jóvenes", de Miguel de Unamuno; concretamente el titulado "Los naturales y los espirituales"...; conservo aquel libro de la antigua Colección Austral y me gusta releer, de vez en cuando, los párrafos que subrayé en su día y con los que hoy todavía me siento plenamente identificado. (Os recomiendo su lectura).
«Hasta las más elevadas hipótesis de la ciencia –escribe Unamuno– son doctrinas frías. Hay que hacerlas poesía, que es el alimento que recibe el pueblo, no hay doctrina que se asimile mientras no se haga poética. El poeta, el poeta es el que está más cerca del aldeano y es el que puede llevarle de la naturalidad a la espiritualidad [...]. El pueblo necesita que le canten, que le rían y que le lloren mucho más que el que le enseñen».
Como consecuencia de aquellas dos circunstancias, y tras finalizar mis estudios de magisterio, la canción y la escuela fueron siempre para mí inseparables. Y es de ahí de donde surge la organización y la celebración del histórico concierto sobre el que quiero hacer girar el contenido de este " cuelgue":
En 1990 se puso en marcha en nuestro país una importante Reforma Educativa conocida como la LOGSE (Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo) en la que se hacía una muy especial incidencia en la necesidad de integrar la Educación en los Valores Democráticos dentro de la globalidad del proceso educativo de niños, niñas y adolescentes.
Puesta en marcha aquella reforma, y para apoyar su consolidación, organicé –con el apoyo de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez– el Primer Congreso de Educación en Valores celebrado en España; congreso realizado en Madrid los días 19, 20 y 21 de mayo de 1994; en el que participaron 360 profesores y profesoras de 36 provincias.
¡Y cómo no!... Una vez más surgió la obsesión de la que vengo hablando. Inmediatamente pensé que aquel Congreso no podía clausurarse de mejor forma que con un concierto planteado con una doble finalidad expresada en los siguientes términos:
«Rendir un sencillo homenaje a los poetas-cantores que durante años han sabido transmitirnos y contagiarnos, con sus canciones, la esperanza y el esfuerzo solidario por la consolidación de los valores democráticos; y reivindicar la "canción de autor" como uno de los lenguajes que debería hacerse presente en la escuela».
En 1990 se puso en marcha en nuestro país una importante Reforma Educativa conocida como la LOGSE (Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo) en la que se hacía una muy especial incidencia en la necesidad de integrar la Educación en los Valores Democráticos dentro de la globalidad del proceso educativo de niños, niñas y adolescentes.
Puesta en marcha aquella reforma, y para apoyar su consolidación, organicé –con el apoyo de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez– el Primer Congreso de Educación en Valores celebrado en España; congreso realizado en Madrid los días 19, 20 y 21 de mayo de 1994; en el que participaron 360 profesores y profesoras de 36 provincias.
¡Y cómo no!... Una vez más surgió la obsesión de la que vengo hablando. Inmediatamente pensé que aquel Congreso no podía clausurarse de mejor forma que con un concierto planteado con una doble finalidad expresada en los siguientes términos:
«Rendir un sencillo homenaje a los poetas-cantores que durante años han sabido transmitirnos y contagiarnos, con sus canciones, la esperanza y el esfuerzo solidario por la consolidación de los valores democráticos; y reivindicar la "canción de autor" como uno de los lenguajes que debería hacerse presente en la escuela».
El concierto se realizó y fue extraordinariamente hermoso, sobre todo gracias a los amigos creadores que de forma generosa y desinteresada participaron en él: Pablo Guerrero, Luis Pastor, José Antonio Labordeta, Marina Rossell, Manuel Picón y Olga Manzano, Pedro Guerra y Andrés Molina –que acababan de aterrizar en Madrid para iniciar sus andaduras artísticas en solitario– y un jovencísimo y sorprendente Javier Álvarez que nos dejó a todos impresionados.
En el siguiente "cuelgue" amplío la información de este concierto, añadiendo un reportaje fotográfico.